Opinión

Los pensamientos, las palabras y los hechos

Estos conceptos están preparados para que se sucedan entre ellos, para que unos sean los precursores de los otros y los otros sean las consecuencias de los primeros, pero en el transcurso de la vida, en la mayoría de los casos y situaciones, cada una de estas concepciones va por libre y no tiene como consecuencia el resto.

• Los pensamientos se pueden concretar en todas aquellas cosas en las que somos capaces de soñar y que nos empeñamos en darles forma. 

Muchas veces estos pensamientos son deseos absurdos e irreales, maravillosos mientras los vivimos y que se confunden con lo imposible.

• Las palabras son las ideas que se exteriorizan con la intención de convencer a los demás y que es necesario repetirlas muchas veces.

Casi siempre las palabras se utilizan para construir promesas que luego nunca se cumplirán y excusas para las que no se han cumplido.

• Los hechos son las intenciones que se hacen realidad, a veces sin plan ni palabras y se ponen en práctica en el entorno que nos rodea.

A veces son los propios hechos los que nos condenan porque no se hacen como se pensaron, ni como se dijeron, sino como otros quisieron.

Una vez conocida esta relación se ha de tratar de explicar cómo se crean las cosas en estos tiempos en los que todo se confunde:

• Los hechos voluntarios o accidentales, planificados o inevitables, casi siempre es lo primero que sucede, porque en buena medida todo está destinado a que pase lo que tiene que pasar sin que nada lo corrija.

• Con palabras se trata de dar una explicación a los hechos de tal manera que se pruebe su conveniencia o su asunción y justificación y se arregle una previsión de lo que se teme que sucederá luego.

• Para que nadie se pierda en el camino, las mentes más inteligentes de la población van asumiendo los nuevos hechos consumados que se han creado y se establecen nuevas ideas y reflexiones correspondientes. 

Estamos en estos tiempos en una sociedad ignorante y engreída, que vive estresada y anestesiada, con un futuro tan cargado de desesperanza y desconfianza que no sabe ni que piensa ni que dice ni que hace.

Vivimos en un mundo de representaciones, en el que ya se ha conseguido que lo importante es el color del cristal con el que se mira.