Opinión

La mirada de la fiesta

Cada año que pasa, sobre todo cuando empiezan a salirte canas y empiezas a tener conciencia de tus limitaciones, te planteas cómo vivir las fiestas. 

Cada año que pasa, sobre todo cuando empiezan a salirte canas y empiezas a tener conciencia de tus limitaciones, te planteas cómo vivir las fiestas. 

Seguramente habrá nostalgias y podrás pensar que las fiestas de antes eran mejores, pero con toda probabilidad será una sensación equivocada; lo que cambia es la forma de vivirlas acorde con los años que se van acumulando a tus espaldas.

Las fiestas de Tudela, de Santiago y Santa Ana, mantienen sus esencias. Primero es la explosión de energía positiva que hace que las personas se transformen y se pongan de acuerdo en pasar unos días felices, diferentes, de excesos, de confraternidad.

Con una voluntad colectiva de aparcar nuestros problemas, nuestras diferencias y un ejemplo de lo que podría ser una sociedad más armoniosa, solidaria y permisiva.

Segundo, los hitos se repiten y, más allá del programa y las novedades que introducen, son: el chupinazo, los almuerzos, los encierros, la música en la calle, la comparsa de gigantes y cabezudos, los toros, las “ferias”, las verbenas, la Revoltosa y cómo no, la procesión de santa Ana.

Tercero. Hay fiestas para todas las edades: niños, jóvenes, mayores, se viven en la calle, duran las 24 horas del día y encima están organizadas.

Espero que se pase la nostalgia. Antes vivía con más intensidad y con más sorpresas la fiesta, pero no puedo sustraerme a que la oferta de las fiestas de Tudela es irrepetible y perdérselas es algo que no tiene sentido mientras las fuerzas aguanten.