Opinión

Tudelana ausente

Las Fiestas son tan nuestras, hemos vivido tantas emociones con ellas a lo largo de nuestros años, que quienes tenemos ya unos cuantos, tenemos el corazón partido entre presencias y ausencias, en especial si son por fallecimiento. ¿Quién no ha perdido seres queridos a quienes añora en estos días de encuentro y regocijo? 

Podría mencionar a varias personas muy queridas, pero hoy quiero referirme a mi hermana Ana Mary, y con ella a muchas mujeres de su generación. Su reciente fallecimiento me da pie para reivindicar a un buen elenco de mujeres que vivieron en Tudela en años difíciles. Los últimos años de los treinta del siglo pasado, y las décadas siguientes, fueron, sin duda, tiempos duros para crecer y disfrutar. Sin embargo, lo hicieron. Por ser mujeres, tenían en casa tareas añadidas a sus estudios o trabajos, podían salir con menos libertad que los chicos, pero cuando fueron jóvenes, se pusieron el mundo por montera y gozaron de las fiestas a la manera de entonces. Ana Mary era muy muy tudelana, y disfrutaba las fiestas en el sentido más tradicional de la palabra: devoción a Santa Ana, procesión, etc., pero también rompió moldes y al igual que otras mujeres entonces, fue dantzari, salió con chicos, se fue a vivir a Madrid, y fue jovial y llevó a Tudela muy adentro hasta su fallecimiento. Contadora excelente de historias, recordaba a sus amigas, cantaba los gozos de la novena, escuchaba y leía ávidamente todo lo que se refiriese a Tudela. Siendo ambas muy tudelanas, éramos diferentes, nos respetábamos y hacíamos una por la otra lo que más le gustaba, al igual que el resto de hermanas y hermano. En los últimos años, la acompañé a la novena, como a la tía, compartimos almuerzos familiares, vimos la procesión, bailamos con su silla de ruedas al paso de la charanga y, pañuelico al cuello, hicimos una visita al corazón de Jesús contemplando desde esa atalaya la hermosa vista del río Ebro, en su recorrido bordeando la ciudad. Las fotografías que dan testimonio de todo ello, nos ayudarán a mantener su silueta, y siempre estará en nuestro corazón ese lazo indisoluble entre ella y Tudela. Y con su sonrisa, la sonrisa de tantas mujeres que vivieron las fiestas como pudieron, pero ganando terreno a la igualdad, gozando, amando a su ciudad hasta fundirse en ella.