Opinión

Extrañas Navidades

Quizá se idealizan las de la infancia, especialmente si quedan lejos. No lo digo solo por su valor moral o ético ni solo por el hecho de que entonces el consumismo no se apoderaba de todo, lo digo además, porque era tiempo de compartir, de encuentro, de espacio interior, de abrazos, de regalos hechos en muchas ocasiones artesanalmente con las propias manos de las auténticas y auténticos reinas y reyes magos.

Poco a poco, las Navidades fueron siendo más un espacio de consumo, de antiecológico alumbrado. Aún quedaba el poder del encuentro, de la familia, de la amistad. Y el valor de la solidaridad y la reivindicación. Todo esto, lo negativo y lo positivo, seguiría siendo actualidad si no estuviésemos en plena pandemia. Una buena parte, continúa.  Ahí está Villa Javier, o el grupo de Inclusión, o jóvenes que hacen la compra a personas mayores y enfermas, o nuestra solidaridad individual. La navidad sigue siendo tiempo de tener en cuenta, más en las actuales circunstancias, a personas en dificultades, “vulnerables”, mayores, enfermas, inmigrantes, en paro. Hay muchas razones para reivindicar un ingreso vital real, o que el dinero del alumbrado navideño o de las bombas en Bardenas o el de la corrupción se destine a necesidades sociales y a generar espacios limpios de contaminación. Hay razones para reivindicar también responsabilidad en los contactos sociales para no transmitir enfermedad. Cuidémonos, cuidemos el planeta, saquemos también provecho de esta navidad compartiendo afecto aunque los abrazos salgan solo del corazón y no de los brazos, y viviendo uno de los más hermosos valores, el de la solidaridad. Para que el espíritu navideño se extienda todo el año, con o sin pandemia.