Opinión

Empatía

Llega una nueva Navidad. Cada año, quisiera cantar a la alegría que vivía de niña durante estos días. Sin embargo, la tozuda realidad pone delante de nuestros ojos imágenes que nos negamos a mirar. La llamada crisis de personas refugiadas, cargadas por alambradas, hambre, miserias, hielo e indiferencia europea, amenaza con hacerse crónica gracias, entre otras cosas, a nuestra pasividad.

Al norte de África vuelven a venderse esclavos negros, y criaturas, mujeres embarazadas, personas ancianas, mujeres y hombres de todas las edades,  que malviven hacinados, e incluso mueren, por nuestra falta de compasión.

Mientras tanto, aquí vivimos la vorágine del consumismo y del alumbrado navideño, que incluso aumenta en días y espacio mientras a nuestro alrededor sobreviven familias con escasos recursos, sometidas, además, a todo tipo de bulos. Aquí, nuestro obsceno y cómplice olvido, se engaña como si no existiese nadie ni nada más allá de nuestro ombligo.

Sin embargo, afortunadamente hay luz junto al túnel. Una luz no ostentosa ni contaminante, que ilumina y dignifica nuestra Navidad y el resto del año. Hay personas solidarias, hay vida más allá de la apariencia del fasto. Hay personas que dedican su tiempo y sus recursos para contribuir a que quienes menos tienen tengan algo de atención y comida calor y cobijo, hermandad. Distribuyen alimentación, clases de castellano, juegos infantiles, trámites diversos… para que las personas excluídas puedan transitar hacia una  menor pobreza y mayor autonomía e integración social. Villa Javier y el Capacico, son un hito en la dignidad de la actual Tudela. 

Gracias, voluntarias y voluntarios; gracias, compañeras y compañeros de Tudela Comparte. Gracias a vuestra empatía y humanidad, ¡Tudela luce más digna esta Navidad!