Opinión

Épica y calamidad

La figura del antihéroe siempre resulta fascinante y marida a la perfección con la literatura y el cine. Billy Wilder, por ejemplo, parió a dos prototipos de carismáticos perdedores como 'Bud' -Jack Lemmon- en 'El Apartamento' o 'Joe' - William Holden- en 'El Crepúsculo de los Dioses'. En el deporte, en un duelo cara a cara, los perdedores representan el 50% del pan de cada día. Si nos ponemos especialmente estadísticos, prácticamente el 90% de los contendientes acaban siendo perdedores de manual. Consecuencia de que solo gane uno. Y, a veces, esas victorias y derrotas resultan dignas de una película que al mismísimo Wilder le habría proporcionado una gran versatilidad en los giros de trama.

Cuando David González marcó el 1-0 en el San Juan de Cintruénigo, a muchos nos invadió la sensación de respirar épica y una especie de justicia de los pobres -véase 'Espartaco'- . Reconozco que lo vislumbré todo. Los titulares de los telediarios, los reportajes en el 'Marca' o la historia, en primera plana, del chico de pueblo que es mecánico etre semana y futbolista los domingos. Una mina. Me adelanté. ¡Era la prórroga, maldita sea! Cuando Carmona empató, todos reseteamos para buscar la épica en una hipotética tanda de penaltis. Faltó tan poco...  Cuando Aspas marcó el 1-2, puede que todo Cintruénigo y toda la Ribera maldijera a la deidad o encarnación que creó la dichosa e inoportuna calamidad, su significado y su aplicación práctica.

Lo mismo ocurrió en el Ciudad de Tudela horas antes, aunque en este caso, el entorno del club esté más o menos acostumbrado a las caprichosas apariciones de la calamidad en ese césped al que, simbólicamente, azota con virulencia el viento en los días revueltos como este 12 de octubre. Puede que sea la poética del fútbol o ese aura que rodea al seguidor o informador del Tudelano, la de vivir en los extremos emocionales, ver la zanahoria cerca y quedarse con un palo más roído y amargo que el de un regaliz enmohecido. Lo cierto es que ya se cuentan casi por decenas las mañanas o tardes de cabeza gacha y decepción rabiosamente silenciosa. Santboià, Sanse, Atlético Baleares, Murcia... demasiados héroes que hacen aún más carismático al antihérore. Pero no nos engañemos. De eso se trata. De valorar lo que tenemos, dónde está y lo que cuesta mantenerlo, aunque en ocasiones nos sobrevenga una mala digestión.

No creo que Messi ni Cristiano -o Aduriz, o Nasri, o Pato, o Griezmann- se hubieran molestado en viajar a Cintruénigo o Tudela para jugar unos dieciseisavos de Copa, pero siempre nos quedaremos con la duda. Con eso y con que, este viernes, volveremos a ver en el sorteo "quién nos habría tocado". La épica y la calamidad tienen intereses comunes y nos llevan años de ventaja. Mientras tanto, el consuelo no es otro que disfrutar, a nuestra escala, de los pequeños triunfos -que los son y muchos- recorriendo la tangente de toda la inmensidad del mastodóntico fútbol de élite. La lucha no os la quitará nadie.

Mikel Arilla

Periodista