Opinión

De líneas e intercambiadores

Ella tiene 76 años y él 78. Son matrimonio y cogen el autobús de línea, en Fitero, con dirección a Pamplona. Ella tiene consulta en el complejo hospitalario de Navarra, o como quiera que se llame ahora. Lleva días nerviosa porque ir de médicos le inquieta. El día anterior fue a la peluquería. Es su rutina habitual siempre que va al médico a Pamplona. Ah, y llevan a la doctora una bolsa con espárragos del pueblo: “antes le llevábamos una caja, pero ahora no podemos con el peso”.

Todo parece que va bien, pero al llegar a Tafalla, el conductor les dice que deben bajar para coger otro autobús. Se miran con preocupación y con manifiesta obediencia se apean. Esperan al otro autobús y un señor muy amable les indica cuál es el que deben coger. Les explica que están en el intercambiador de Tafalla y que la línea, ahora, es así. Deben coger un segundo autobús. 

Al llegar a Pamplona les espera el marido de una de sus sobrinas que, como siempre, los acompaña en la consulta porque, como ellos mismos me dicen, entre tanto pasillo “se desorientan” y porque, además “tenemos miedo de no entender lo que nos dice la especialista”.

El sobrino, cuando acaba la consulta y mientras los tíos se toman un café caliente y tranquilos porque las informaciones médicas eran buenas, me llama por teléfono y me dice que creía que sus tíos se habían equivocado de línea porque, han tenido que bajarse en Tafalla. Y no me queda más remedio que decirle que no, que no se habían equivocado. Que ahora los fiteranos que vayan a Pamplona “de médicos” tienen que bajar en el intercambiador de Tafalla. Que la “nueva línea” es así. 

Y le expliqué: recibimos un mail en el que nos lo anunciaban y luego yo recibí una llamada de la consejería competente. Competente, en la materia. Le dije a mi interlocutora que yo era la primera persona en entender que los recursos son los que son y que hay que optimizarlos, pero que se pusiera en la piel de una persona mayor que utiliza esa línea, y que habitualmente son personas mayores y muchas de ellas con dificultades de movilidad. La mayoría no van a Pamplona por gusto. 

Este nuevo servicio de la línea demuestra por un lado que la accesibilidad ni está, ni se la espera. Que la tan ajada “cohesión territorial” es un concepto que cojea por todos los costados, aunque no para todos los territorios y que la tan reclamada empatía que últimamente nos reclaman algunos altos cargos del gobierno, no es un concepto bidireccional. 

Hace unos días un importante cargo de Gobierno de Navarra vino a Fitero y, al bajarse de su vehículo, me dijo inocentemente: “Ay, Miguel, ¡estáis tan lejos!” Fui prudente, como trato de serlo habitualmente, pero ganas no me faltaron de decirle que igual de lejos estaba Pamplona para nosotros. Pero me callé. Lo que sí le dije es que podía volver el autobús.