Opinión

La quimera agroalimentaria

Llevamos tiempo abogando por el “desarrollo agro-alimentario”, como máximo exponente de nuestras capacidades, y la explosión está por llegar. Al igual que en los años ‘90 se hablaba del ‘Corredor del Ebro’ como el Rhin español, por sus posibilidades económicas, ahora nos encontramos con este sector del que todo el mundo espera, pero nadie recibe, porque su expansión, más allá de trabajo mal remunerado, no termina de aflorar.

Tenemos posibilidades, ¡quién lo duda! Pero están por llegar.
La apuesta está demasiado concentrada y poco desarrollada, y parecemos no verlo en absoluto. Nos dará alegrías y contribuye a nuestro bienestar, no se puede cuestionar, porque su potencial es evidente y lustroso, pero podría y debería dar y estar dando mucho más de sí, ya mismo.

Por ejemplo, el oro blanco del espárrago que fue, no termina de volver porque las conserveras torean a los agricultores bajando el precio y ‘jugando’ con producto de otros países. Y, dicho sea de paso, engañando abiertamente en el etiquetado.
Y algo parecido ocurre con las congeladoras, esas benefactoras que siendo embajadoras de nuestra tierra allende nuestras mugas, están terminando de destrozar lo que queda de nuestra agricultura, convertida ya en latifundios en manos de muy pocas familias que tienen que bailar la música que éstas imponen. ¡Ellos verán!

¡Bienvenido sea el desarrollo! ¡Poténciese el sector primario! Ahora bien, ¡hágase de otra manera porque con estas formas no iremos muy lejos, y posibles, los hay!