Opinión

Tiempo de cohete

Si la plaza Nueva que nos da nombre y figura, lo es todo durante la Fiesta, que la misma surja, nazca, aflore, se inicie en ella, es la mayor y mejor de las alegorías posibles, dado que la plaza de los Fueros es el ágora que nos da vida, cobijo, sentido, tradición, comunión y personalidad.

Si la plaza Nueva que nos da nombre y figura, lo es todo durante la Fiesta, que la misma surja, nazca, aflore, se inicie en ella, es la mayor y mejor de las alegorías posibles, dado que la plaza de los Fueros es el ágora que nos da vida, cobijo, sentido, tradición, comunión y personalidad.

Allí, en derredor del quiosco, nace nuestra tradición más pura, no sólo por la ‘Revolvedera Revoltosa’, sino también por ese cohete, popularizado tras años y años de Fiesta, que se ha convertido en burbujeante representación de un sentido social y de un efervescente sentir que es nuestra manera de ser más pura, en forma de chupinazo, blanco y rojo.

Así, cada cita en ese punto de encuentro que es la plaza Nueva, nos da vida, nos aporta alegría, emana fuerza, sentido, arranque y fin mismo del vivir de una Fiesta, un encuentro o uno mismo y sus congéneres, tras el ‘exploto’ y siempre.

Del mismo modo, otros días, la plaza acogerá gigantes, bailarines, dicharacheras cuadrillas que, en las terrazas aledañas, despedazan la rutina a base de indagar en el día a día propio y ajeno, porque esa es la razón de ser de este espacio. Es el principio y el fin. Su sentido mismo.

Por ello, desde que se peatonalizó la plaza Nueva, hemos ido viendo cómo se han transformado igualmente la convivencia, las costumbres, los hábitos, las ideas, porque la vida es crecimiento, cambio, evolución permanente, de modo que por ello, cada cohete, cada Fiesta, se repite sin ser a su vez ella misma, porque cabia. Se transforma y su fresca juventud lleva a la practicidad que hace medir las fuerzas al madurar, dando así, intangiblemente, sentido a esta manera nuestra de ser tan efusiva y tan silenciosa, a un tiempo, porque la Fiesta, como el cohete y cada persona, llega, sube, implosiona, va; y en ello se deja la vida, ese río permanente, que en el mar, que es su morir, renace repitiéndose, pero mostrándose igual, diferente y nuevamente viva. Así que ¡Viva la Fiesta y viva el cohete en la plaza!