Opinión

La política, ahora, es mediocridad

Se ve un poco de luz al final del tunel, cuando uno escucha cosas como las que plantea Macron, el presidente francés, que habla de refundar la Unión Europea y de estrechar lazos en lo militar, lo fiscal y migratorio, entre otras cosas, pero no nos engañemos.

Se ve un poco de luz al final del tunel, cuando uno escucha cosas como las que plantea Macron, el presidente francés, que habla de refundar la Unión Europea y de estrechar lazos en lo militar, lo fiscal y migratorio, entre otras cosas, pero no nos engañemos. Es la excepción, que parece más eficiente, dentro de una clase, una ‘casta’, la de la política y los políticos, inundada de mediocridad y anegada de cortoplacismo.

Es la gran asignatura pendiente que tienen las democracias, que ni los clásicos supieron del todo resolver en Grecia.

Nuestros representantes públicos, de principio, a fin, dejan bastante que desear... 

Desde el concejal de la aldea más alejada, al presidente del Gobierno, nos encontramos en la política y su mundo con mediocres de medio pelo, incultos, desconfiados, paletos, que se han echo un hueco con consignas, doctrina y catecismo, y que no aportan nada de nada a nada ni a nadie.

Muchos de ellos no han sabido ni saben organizar su casa... ¿Cómo van a dirigir, planificar y proyectar una comunidad, un pueblo, un país? Y así, evidentemente, ¡pobres de nosotros!

Por supuesto que contamos con concejales delegados, alcaldes, parlamentarios y otros cargos, válidos, por supuesto. ¡Y muy buenos! Pero en general, la tabla rasa de la igualdad arrastra a todos a la media por lo bajo, hasta el punto, que nos están arrastrando, con su incompetencia, hasta límites insospechados. Léase Rajoy o Puigdemont. 

¿Y ahora, qué?