Opinión

Obras son amores

¿Qué pasa con las infraestructuras que ninguna llega a la Ribera?

Como bien apunta el refrán “obras son amores y no buenas razones”, las buenas palabras deben ir acompañadas de hechos, sino, de lo contrario, éstas se convierten en promesas vacías, que es justo lo que nos está ocurriendo con las infraestructuras en la Ribera.

La lista de importantes obras que nos aguardan, sumidas en el más profundo de los sueños de los justos, es interminable.

La Ribera espera a ver qué ocurre con el vilipendiado Canal de Navarra. Van pasando los años y las legislaturas y nadie le pone cara al proyecto, ni lo conduce a ninguna parte. Y lo mismo ocurre con las ridículas obras a ‘corros’ del Tren de Alta Velocidad, -o como termine por llamarse este proyecto criticado por la propia Unión Europea-, que pasan los años y se está convirtiendo en la pirámide en la que algunos Gobiernos forales han dejado su impronta, pero sólo para el recuerdo, porque nadie sabe en qué va a quedar, definitivamente, esa gigantesca vía férrea.

Nada se sabe sobre cómo, cuándo y por dónde llegará a Navarra. Y Tudela sigue sin saber si tendremos estación y parada, para quedarnos convertidos, ya inexorablemente, en aquella orgullosa aldea que éramos en los 70, si no llega.

Entre tanto, lo mismo ocurre con la famosa Autovía Medinaceli - Tudela… Tras muchísimos años, la conexión hasta Soria se ha terminado, -no sin lustros de arranques y paradas- con pequeños tramos sin continuidad que se fueron terminando hasta prestar a Soria un servicio que desconocía. Ahora, no se sabe muy bien porqué, rematar la infraestructura de esta vía denominada Autovía de Navarra está suponiendo un lastre inexplicable. Porque ni llega el dinero ni las ideas para concluirla y enlazarla con la AP-68 y la AP-15 en Tudela para darnos una salida lógica y segura hacia Madrid.

Del mismo modo, la AP-15 de Audenasa, amortizada y convertida en niña mimada de nuestros políticos, sigue estando triste y sola. No se toman decisiones y los riberos tenemos que seguir sufriendo la humillación de pagarla sin que nadie haga nada por nosotros.

En los corrillos políticos, cada una de estas obras son proyectos y gestiones pendientes que sólo se emplean para el “y tú más” permanente en que nos tienen sumidos. 

Como ya dijera Umberto Eco, el político es el único ser humano que habla para ocultar su pensamiento, de modo que aquí estamos, tan tranquilos, de jota en jota, de fiesta en fiesta, tragando cuanta basura nos cocinan, sin ver por ningún lado un ápice de coherencia, cordura, proyección o proyectos de mejora. ¡Y así nos va! Estamos regresando a marchas forzadas a tiempos pretéritos, dormidos como siempre, y esperando que Pamplona nos arregle algo de lo que no quiere ni oír. ¡Qué pena me das, Ribera mía! ¡Tan orgullosa, tan descuidada, tan dejada, tan tonta!