Opinión

Paréntesis

Mariano.jpg

Si algo tiene la Fiesta, como las danzas, es su embrujo particular. Esa capacidad especial que encierran esos días, 7 días, -sí, 7, aunque hay, como Pamplona, Arguedas y otras localidades, que las disfrutan 4 ó 9-, que, como decía, al igual que un buen baile, te llevan al delirio que supone vivirlas y olvidar el resto de las cosas. Cotidianas o no.

Lo curioso, además, es que tradiciones tan arraigadas como repetitivas te terminen por absorber hasta el punto que, si vives las Fiestas de forma realmente intensa, no recuerdas ni qué día es, ni que momento de la semana y, lo que es mejor aún, toda rutina vital, laboral, académica, familiar o lúdica queda destronada por el fluir de una vida repleta de actividades programadas que, a su vez, te desprograman. ¡Menuda virtud!

Se trata de la mejor terapia. Ritmos de fiesta y vino que rompen agenda y fríos.

De ese modo, la rutina del programa te lleva, te eleva, te sublima. ¡Son Fiestas! Y todo lo demás no importa. Espera.

¡Y qué gran suerte! ¡Y qué gozo contar con costumbres que te alivien el espíritu con hilillos de cosas que te arrastran!

¡Qué sencillez, y qué plenitud la nuestra, contar con algo tan nuestro pero que a su vez nos despersonalice! Es un lujo heredado que hemos -entre todos- de saber preservar en nuestra sociedad, pase lo que pase en el día a día o con nuestro devenir futuro. Porque es nuestro, porque nos describe y nos ayuda, a un tiempo.

Así, gusten o no, nos quedemos o nos desplacemos, el hecho de que lleguen las Fiestas es motivo más que suficiente para provocar el paréntesis anual más real y cierto que el de este calendario de la vida local y popular, que es que en julio sea diciembre y, en agosto, la cuenta atrás nos lleve a enero.

¿Se le puede pedir más a un paréntesis imprevisto y sencillo, pero de obligada atención?

Vivamos entonces este tiempo de pochas en armonía con el año que termina y ese ciclo que comienza, que, a su vez, arrancará de nosotros otro paréntesis vital que nos permitirá ser Fiesta, aunque estemos sin memorándum y el almanaque esté vacío.