Tiene razón el nuevo presidente de México, López Obrador, cuando dice que tenemos que pedir perdón a la historia, porque es bien sabido que si no sabemos de dónde venimos, ni cómo se ha desarrollado nuestro devenir a lo largo de los siglos, nuestro país, así como la humanidad entera, está condenada a repetir sus errores.
Ahora bien, convertir en obligatorio el mea culpa, asumiendo por propios hechos de hace cientos, y ya puestos, miles de años, interpretando desde la realidad social y cultural actual algo que ocurrió en el pasado y que ni siquiera somos capaces de contextualizar correctamente, no deja de ser un brindis al sol, estúpido, sesgado, cortoplacista y muy malintencionado.
Ya puestos, deberíamos reclamar a África que pida perdón a Europa por enviarnos ese Homo Sapiens que, a la postre, acabo con el continental Neandertal, pero siguiendo el símil de semejante reclamación presidencial mejicana, nos veríamos obligados a retroceder en los perdones hasta la noche de los tiempos, y no es cuestión, a estas alturas, de volvernos a subir a los árboles…
De modo que asumamos nuestro bagaje y nuestra historia, disculpemos nuestras limitaciones, corrijamos nuestras carencias, y vamos a dejarnos de reproches. Que el progreso se fundamenta en la capacidad de cuestionarse, y no es hora de buscar culpables, sino de avanzar, porque de lo contrario, los gestos que demandan respeto y educación, se tornan rebuznos absurdos.
