Érase una vez una maestra que empezaba los cuentos con las tres palabras mágicas que se oían gritar en su aula tras la pregunta ¿nos inventamos un cuento? La euforia y el griterío era normal, quien antes dijese las tres palabras mágicas determinaba quién sería el protagonista de la historia, y eso era todo un privilegio. A partir de ahí, todo era fantasía, felicidad, imaginación y creatividad. Gestionar la vida de los personajes era fácil y divertido; la propia, no tanto: 25 personas de 4 y 5 años en un aula gestionando emociones; un no parar. Discusiones, enfados, reconciliaciones, caricias y cariños, juegos, arte, urgencias médicas y no tan médicas, abrazos, lloros, incluso llantos, fiestas, y más de una bienvenida casi siempre inesperada. Es cierto, solo leerlo, agota.
Hoy, sabiendo y asumiendo que estoy muy lejos de poder agotarme con ellos y ellas, y aprovechando el lado positivo (o no) de la soledad de ser el primero en todo, he sido yo la primera en entonar el “érase una vez…” y he elegido a la protagonista de esta historia. Os la presento ahora ya que ella siempre llega al final, se llama DESPEDIDA. Debe tener muchas personalidades, depende de cómo, cuándo y por quién la conozcas.
A veces llega, y otras, la esperas. Yo, esta vez, la espero.
Jaione Vicuña