Opinión

Por fin las fiestas

Por fin llegan las fiestas, tras dos años de ausencia, y Tudela se volverá a vestir de blanco y rojo.

No obstante, este año estoy como expectante, como apático. Estos dos años de parón han cortado el ciclo normal de mi vida tudelana. Es como si a las aves que migran todos los años de los países del norte a la Península Ibérica por dos años se lo impidieran hacer, y el tercer año no supieran si volar al Sur o no hacerlo. Supongo que se me pasará en cuanto el cohete, chupinazo o exploto surque los cielos y me ponga el pañuelo rojo al cuello. Supongo que en cuanto el primer kalimotxo se abra paso por mi garganta ni me acordaré de los dos años de ausencia y volveré a gozar de las fiestas como siempre, pero a día de hoy, estoy como dubitativo.

Esto contrasta con la alegría, ilusión, expectación y planes de mi hija de 14 años a la que la pandemia birló también dos años de alegría festiva y que ya planea con sus amigas las fiestas como si no hubiera un mañana. Hablan con gran alegría de cómo van a ir vestidas y en qué lugar de la plaza se van a poner el día del chupinazo, cohete o exploto, a donde van a ir después, etc. Y me da envidia ese entusiasmo del que yo, al menos en estos momentos, carezco.

En fin, que para todos va a ser un retorno a la normalidad festiva, una vuelta a un julio normal, una vuelta a la alegría desbordante de la calle, un regreso a las fiestas de Tudela. Desde aquí el deseo de que estas fiestas para todos los lectores, para todos los tudelanos, sean tan inolvidables que hagan olvidar los dos años precedentes.