Opinión

El recrecimiento de Yesa, ¿hasta cuándo?

El pasado 15 de septiembre, la Asociación Río Aragón hacía público un comunicado donde mostraba una vez más sus preocupaciones tras conocer que el programa Copernicus, perteneciente a la UE, había confirmado al 100% que las laderas del embalse de Yesa están en movimiento y se deterioran, a pesar de que los trabajos continúan en el lugar.

El programa de observación de la Tierra Copernicus, es una herramienta novedosa muy útil para observar procesos, dinámicas y tendencias en el comportamiento de la superficie terrestre, especialmente adecuado para la prevención de riesgos y la capacidad de adelantarnos a las catástrofes naturales o provocadas. 

La historia del embalse de Yesa, como señala la Asociación Río Aragón ha sido problemática desde sus inicios. A pesar de haberse colocado la primera piedra hace 22 años, siendo entonces Jaume Matas ministro de Medio Ambiente, y, que actualmente cumple varias condenas por corrupción, en 2013 se detectaron deslizamientos en las laderas del embalse. Estudios subsiguientes revelaron que el área afectada alcanza los 237.418 m2 y una profundidad máxima de 117 metros, implicando un volumen de 11.900.000 m3. Se sumó a otra de 2017 que la CHE ocultó y tuvo que ser denunciada por diversos medios de comunicación.

Estudios posteriores del Gobierno de Navarra (GEOCONSULT), Ayuntamiento de Sangüesa (INGEOTYC) y Colegio de Ingenieros, Canales y Puertos han tenido que reconocer que, lejos de los reiterados anuncios de estabilidad, las laderas de Yesa se mueven con total certeza y nadie puede asegurar que a futuro estos movimientos, en episodios de lluvias intensas o sismos, puedan derivar en catastróficos.

Ahora con la nueva herramienta Copernicus se ha podido saber, señala la Asociación Río Aragón, “que estos resultados se ven confirmados e incluso agravados. Con ella se corrobora que la masa deslizada se sigue deteriorando, debido principalmente a cuatro procesos simultáneos: Rebote elástico (al haber quitado peso) en la zona alta con hundimiento en la parte baja; se producen movimientos horizontales hacia el oeste aguas abajo y hacia el este aguas arriba; los ciclos embalse-desembalse mueven el terreno arriba y abajo y con la pendiente reptan; y se van formando más zonas de fricción, tensión y fractura en el seno de la masa deslizada”.

La gravedad de lo señalado se incrementa considerablemente si tenemos en cuenta que, por ello, la estructura sobre la que se asienta la presa de Yesa es cada día más porosa para episodios de grandes lluvias, lo cual fue una de las causas de la desestabilización en la crisis de 2013. En cuanto a la Sismicidad, para calcular el riesgo potencial, la aceleración básica en Yesa se consideró de 0,04 g. Sin embargo, en 2012 el IGN publicó una actualización en la que se determinaba el valor de 0,09 g. Es especialmente relevante lo apuntado en 2019 por el profesor y especialista italiano Luciano Picarelli cuando en un informe escribía “Teniendo en cuenta el bajo factor de seguridad de la masa del suelo debido a la presencia de distintas superficies de corte, los efectos potenciales de un terremoto son un aspecto completamente diferente del problema para manejar con cuidado y habilidad”.

Todo ello tiene especial relevancia al contemplar lo ocurrido estos días en Grecia, Marruecos y Libia, pero, lejos de ello, las obras de Yesa se pretenden continuar con el incalificable método de “Ensayo y Error”.

Más de 11.000 personas han muerto y decenas de miles están desaparecidas tras el catastrófico derrumbamiento de dos presas en la ciudad oriental libia de Derna. El colapso de las presas se produjo después de que una tormenta extrema, la tormenta Daniel, azotara el país norteafricano. En una entrevista a Nadhir Al-Ansari, experto en recursos hídricos e ingeniería que ha investigado el diseño y la seguridad de las presas, publicada en The Conversation Africa, viene a decir que “los estudios demuestran que las principales causas de rotura de presas son los problemas de cimentación (40%), un aliviadero inadecuado (23%), una construcción deficiente (12%) y un asentamiento irregular (10 %). En la citada entrevista, el experto a Nadhir Al-Ansari, afirma que “las causas de la rotura de las presas en Derba tienen que ver fundamentalmente con las deficiencias e irregularidades que tuvieron lugar en su construcción, y la mala gestión”. Sin embargo, los impulsores de Yesa siguen con el recrecimiento de Yesa y parece no importarles tal desastre. 

Tampoco parece decirles nada que no va a haber agua para llenar Yesa en la situación de emergencia climática en la que vivimos. Pronunciar cambio climático es decir menos disponibilidad de agua, y eso ya está ocurriendo en el embalse de Yesa. Lo lógico sería aplicar el principio de precaución, por razones de seguridad y no poner en riesgo a miles y miles de personas que viven en la zona, y para no seguir despilfarrando más dinero público en unas obras que no tienen ningún sentido cuando no hay agua para llenar Yesa, y, por tanto, para promover nuevos regadíos.  

Por otra parte, el presupuesto ha pasado de 113 millones de euros por el que se adjudicó la obra a los 500 en 2023, estando la fecha prevista de entrega para 2027, según declaraciones de Dolores Pascual, presidenta de la Confederación Hidrográfica del Ebro, realizadas el 9 de marzo del presente año, lo cual indica cómo va subiendo el despilfarro económico con dinero público, siendo la inestabilidad de sus laderas la causa principal del retraso de una obra que ha pasado por un baile incesante de fechas de finalización (2006, 2009, 2015, 2017, 2019, 2020, 2021, 2023, 2024 y ahora 2027). 

Ya es hora de enterrar el recrecimiento de Yesa, y no seguir despilfarrando más dinero público, y poner en riesgo a miles de vidas.