Opinión

Incendios históricos

La ola de calor que hemos padecido en Navarra en las dos últimas semanas, todavía en primavera, y sin haber alcanzado los meses de julio y agosto, han batido auténticos récords -se ha llegado a decir que son los mayores incendios registrados en los últimos cuarenta años-. Pero, tal y como se suceden los acontecimientos no son ninguna sorpresa y no lo serán tampoco en los próximos años. 

Son cada vez más numerosos los estudios que asignan con determinada probabilidad a la señal del cambio climático en un suceso meteorológico. Los estudios de atribución más importantes son los relacionados a las olas de calor y episodios de temperaturas extremas. Pero a falta de realizar los llamados estudios de atribución, todo indica que los incendios que ha habido en Navarra y en otros lugares de la península Ibérica, tienen mucho que ver con el diagnóstico que ya hace unas cuantas décadas ha realizado la comunidad científica de que los próximos años van a estar muy marcados por temperaturas muy altas, sequías muy frecuentes y una alteración de la atmósfera muy grande. El cambio climático hace que las olas de calor sean más frecuentes, intensas y duraderas. Pero, además el alargamiento del verano, hace que se presenten más tempranamente.

Tal y como señalan en la revista The Conversation Ricardo García-Herrera, Catedrático de Física de la Atmósfera y Expresidente de la Agencia Estatal de Meteorología, y David Barriopedro Cepero, centífico Titular CSIC, Instituto de Geociencias (IGEO - CSIC - UCM), “los mecanismos que dan lugar a las olas de calor en la península Ibérica son la combinación de elevadas presiones, intenso flujo del aire sahariano y una elevada radiación solar, que son ya bien conocidas, y, que, por tanto, no deberían pillarnos por sorpresa. Las emisiones de gases de efectos invernadero que causan el cambio climático permanecen durante muchas decenas de años en la atmósfera, por lo que la situación no va a cambiar a corto plazo. Al contrario, se va a agravar porque las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando”.

El Acuerdo de París prevé que la temperatura se estabilice en 2 ℃ por encima de la media preindustrial para finales del siglo XXI. Estamos todavía en 1,2 ℃ y, lamentablemente, estos episodios ya están dejando de ser anecdóticos, formando parte de nuestra actual realidad climática.

Navarra no es ajena a esta situación. En cuanto a los impactos del cambio climático y a las proyecciones climáticas, los diversos estudios realizados en Navarra, por el Ejecutivo navarro u otros organismos como AEMET, indican un aumento generalizado de las temperaturas para finales del presente siglo si no se hacen esfuerzos serios y decididos. En concreto, se observa un incremento de hasta el 5° C en la temperatura máxima y 4° C en la temperatura mínima. Este aumento está relacionado con el incremento de la duración de las olas de calor, así como en el porcentaje de días y noches cálidas, y la reducción del número de días con heladas. En los últimos años el número de días que superan los 30 grados se ha multiplicado por dos y en los últimos cinco años se han registrado los datos más altos, y las consecuencias, entre otras, es la intensificación de incendios forestales y sequías cada vez más dilatadas.

En cuanto a la evolución en la precipitación, ésta muestra una tendencia negativa, que podría llegar hasta un 20 %, pero las precipitaciones serán mucho más intensas.  

Los impactos en el medio natural, afectarán seriamente a los recursos hídricos edáficos, biodiversidad y forestal. Uno de ellos, es que la vegetación de alta montaña presentaría la mayor vulnerabilidad al cambio climático, y, de hecho, en los Pirineos ya se ha observado que el haya (Fagus sylvativa) ha ascendido cerca de 70 metros en los últimos 50 años. Y, otros, la propagación de incendios forestales, cada vez más devastadores.

Respecto a los núcleos urbanos, y por citar el caso de la salud, los principales efectos del cambio climático sobre la salud, éstos están relacionados con el incremento previsto en las olas de calor, la reducción de caudales, los cambios de la distribución de enfermedades sensibles al clima, así como los cambios en las condiciones socio-ambientales. En los núcleos urbanos, como Pamplona, Tudela o Estella-Lizarra, se esperaría que el cambio climático pueda agravar los efectos causados por la contaminación atmosférica, pudiendo incrementarse el número de personas afectadas por patologías cardiorrespiratorias, asmáticas, alérgicas e, inclusive, mayor incidencia de cánceres.

Ante todo, ello, el trabajo de adaptación al cambio climático es fundamental, y un buen ejemplo es el proyecto europeo LIFE-NADAPTA desarrollado por el Gobierno de Navarra.

Sin duda, cuando todavía quedan por realizar los trabajos de extinción de los incendios habidos en los últimos días y un análisis concienzudo y riguroso de cuales han sido las causas de los incendios, como se ha actuado y la respuesta habida y otras muchas más cuestiones, nos queda un verano muy incierto, con muchos riesgos, con más olas de calor y mucha sequía, que requieren la máxima atención, y donde la responsabilidad de las instituciones y de la ciudadanía en general han de ser máximos, y donde los descuidos y el excesos de confianza deben de ser desterrados.

Dentro de la desolación, de los destrozos en nuestros campos, de la angustia vivida por muchas vecinos y vecinos asediados por el fuego, de las enormes pérdidas económicas ocasionadas de la impotencia de qué hacer con fuegos tan intensos, de la pérdida de biodiversidad…hay que resaltar el trabajo realizado por los equipos de extinción de Navarra, de otras comunidades vecinas y del estado, de vecinas y vecinos que han estado haciendo retenes y tratado de sofocar los fuegos como podían, de los agricultores que con sus tractores y demás herramientas han hecho todo lo posible para que el fuego no fuera a más…Y ahora tocará levantarse de las brasas, con un paisaje desolador, con la cosecha perdida y ahí tenemos la ciudadanía un trabajo importante a realizar.