Opinión

Cumbre de Glasgow: Muchas promesas y nulos avances

Durante dos semanas, los ojos del planeta han estado mirando fijamente hacia Glasgow. La cumbre climática COP26 (Conferencia de las Partes de los casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que allí se ha celebrado esta primera de quincena de noviembre ha servido para demostrar que los líderes mundiales han venido a declarar que existe un enorme problema con el calentamiento global, pero poco más. 

La COP26 ha finalizado sin sorpresas, fiel al guion de lo que se esperaba antes de su apertura. No hay sustanciales acuerdos, ni mucho menos. Más que nunca, para muchos delegados y observadores ha sido “la cumbre del bla, bla, bla”, como anticipó Greta Thunberg. De poco ha servido la presencia de importantes líderes del mundo en su arranque para impulsar metas más ambiciosas.

Año tras año se producen las mismas rutinas en las negociaciones, para en las últimas horas, escenificar, quizá para justificar la intensidad de los trabajos, una prórroga in extremis. Un resultado sin duda decepcionante para una COP que quería ser “definitiva”, según han dicho los organizadores.  

Sin duda, la Cumbre de Glasgow no pasará a la historia como el punto de inflexión frente a la crisis frente a la emergencia climática. Quizá, por mencionar alguna cosa positiva, está el regreso a la negociación de los EE.UU., el mayor emisor per cápita de CO2, y su voluntad de trabajar con China (el mayor emisor en términos absolutos) para trabajar conjuntamente para atajar el problema. Aunque ni la presencia de Biden ni el carisma de su predecesor Barak Obama han sido suficientes para incrementar la ambición de esta COP.

También se ha avanzado en la incorporación de la biodiversidad en la acción climática, así como en los acuerdos para reducir las emisiones de metano y los relativos a bosques y reforestación. Pero poco más. 

Me invade una idea que hoy por hoy las COP solo sirven para un reconocimiento de la existencia del calentamiento global, pero dudo rotundamente de su utilidad real, en plena emergencia climática en la que estamos. 

Haciendo un repaso de las cuestiones más importantes de lo acontecido en la cumbre de Glasgow, cabe reseñar las siguientes:

Combustibles fósiles

Las grandes potencias gasistas, petroleras y carboneras han realizado una presión única para descafeinar la ambición de esta parte del texto. Y lo han conseguido. El miércoles día 10 se publicaba un borrador sin precedentes -ni siquiera el Acuerdo de París conseguía tal contundencia- y se pedía a los países que eliminaran de manera gradual todas las inversiones a combustibles fósiles y carbón, para fomentar el despliegue de las renovables. El resultado final ha difuminado esta parte al incluir en el texto que se eliminarán las ayudas financieras que sean "ineficientes". Una palabra lo suficientemente ambigua para que las delegaciones más contaminantes puedan seguir apoyando sus intereses en las explotaciones de nuevos y viejos yacimientos.

Recorte de emisiones

Las Partes reconocen en el acuerdo que no están haciendo lo suficiente para mitigar las peores consecuencias de la crisis climática. Con los planes de descarbonización y de reducción de emisiones actuales el termómetro del planeta subirá 2,7ºC a finales de década. Por ello, los países han aprobado revisar sus NDC –Contribuciones Determinadas Nacionales–, que son las hojas de ruta de cada país para reducir sus emisiones de CO2. Deberán recortarlas un 45% respecto a los niveles de 2010 para el año 2030 si quieren mantener la subida del termómetro global por debajo del grado y medio.

Los planes de reducción de emisiones deberían haber llegado completados a Glasgow, pero no ha sido así. El texto del acuerdo de Glasgow establece que en 2022 todas las partes deberán haber presentado nuevas hojas de ruta. Además, en 2025 los Gobiernos deberán revisar si los NDC presentados están sirviendo para mantener la subida global de temperaturas por debajo del umbral de 1,5ºC determinado por los científicos del IPCC. Pero, realmente, ¿se cumplirá?

Financiación a los países en vías de desarrollo

La COP26 ha fracasado también en términos de justicia climática. Los países más empobrecidos, aquellos que padecen más las consecuencias del calentamiento acelerado del planeta, no han recibido el apoyo reclamado a las naciones poderosas para poner en marcha los mecanismos financieros con los que sufragar pérdidas y dalos por sequías, olas de calor o inundaciones extremas. La Unión Europea y los Estados Unidos han obstruido la creación de un fondo para que los países puedan recurrir a la hora de tener que afrontar las pérdidas por los efectos de la emergencia climática. 

Los países enriquecidos tampoco han avanzado en la aportación de dinero al Fondo Verde de Adaptación para que los países en desarrollo pudieran transformar sus economías a la coyuntura de crisis climática. Deberían haber destinado 100.000 millones de dólares en 2020, pero no lo hicieron entonces y tampoco ahora. El resultado final de esta COP26 es que se insta a las regiones desarrolladas a duplicar de aquí a 2025 las cifras destinadas a las ayudas para adaptación.

Tanto esto como la creación de un mecanismo de pérdidas y daños eran líneas rojas de los países africanos o de los pequeños Estados insulares, amenazados con desaparecer por la subida del nivel del mar. En la actualidad, los países africanos destinan una media de un 10% de su PIB en adaptación contra la crisis climática. Pese a todo, la diferencia entre lo que gastan y lo que realmente necesitan es de hasta el 80%, según un informe reciente recogido por The Guardian. Todo ello contrasta con el hecho de que este continente representa el 4% de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero, mientras que EEUU representa el 25% del total, la UE el 22% y China el 13%.

Transparencia y rendición de cuentas

Tampoco se han cerrado algunos puntos relacionados con la transparencia: sobre cómo se debe informar a la comunidad internacional de los planes de acción climática (contabilidad de emisiones, objetivos...). China busca flexibilidad en algunos aspectos. El debate es si hay margen para ofrecer algo más de flexibilidad o si, por el contrario, es importante consolidar desde el primer momento que las reglas sean las mismas para todos los países.

Una vez más, se ha perdido la oportunidad de tomar medidas que cumplan con las indicaciones científicas, en un momento clave de la lucha contra la emergencia climática. Los y las activistas han estado a pie de calle, el viernes día 6 y el sábado día 7 de noviembre (Global Action Day).   Decenas de miles de personas llenaron las calles de Glasgow para pedir justicia climática. Venían de todas las partes del mundo. En esta línea habrá que seguir en los próximos tiempos. Porqué, cabe preguntarse: ¿sirven para algo las cumbres climáticas?

“Piensa globalmente, actúa localmente” es una expresión que en el contexto ambiental fue acuñado por David Brower, fundador de Amigos de la Tierra, como el eslogan para la asociación cuando se fundó en 1969. Esta frase sigue teniendo una validez total, para el caso de Navarra y de otras muchas regiones del mundo. 

En el caso de nuestra comunidad, son necesarias políticas medioambientales mucho más ambiciosas respecto al cambio climático que lo que han sido hasta ahora, mientras se tramita en el Parlamento de Navarra el proyecto de Ley Foral de Cambio Climático y Transición Energética. La citada ley no va a solucionar los problemas generados por la crisis climática, ya que no está a la altura de los grandes problemas que afronta Navarra y el planeta. Pretender sustituir unas fuentes de energías fósiles simplemente por otras renovables, sin abordar una reducción drástica del consumo energético, va a suponer una oportunidad perdida. 

La piedra angular de la transición energética ha de residir en una disminución drástica del consumo de energía, y el consumo restante de energía, evidentemente, tendrá que ser de energías renovables. Pero el quid de la cuestión está en la forma en que se quieren realizar muchos proyectos en Navarra, basados en parques solares y eólicos de grandes dimensiones, en zonas en las que el impacto visual y ambiental es muy alto, y en los que desaparecerán, caso de construirse, valores importantes para la comunidad: en la agricultura, paisaje, biodiversidad. y sus pueblos pueden quedar sin vida o sin recursos o sin capacidad real para gestionarlos.

Como se dice en el VI Informe del Panel Intergubernamental de científicos sobre el cambio climático (IPCC), creo que es obligado hablar de una decrecimiento planificado y ordenado, aunque hoy en día los poderes públicos y privados no quieren hablar para nada de esta cuestión, y si de un crecimiento ilimitado. Pero tarde o temprano, y más bien esto último, o realizamos un decrecimiento ordenado, o se impondrá el decrecimiento por las buenas o por las malas. El planeta tiene sus límites.