Opinión

¿Debe dimitir el ministro Garzón?

La ganadería intensiva representa el 80% de la actividad ganadera en España. Por el contrario la extensiva, más deseable y sostenible representa al menos un 20%. Resulta evidente que toda la ganadería de nuestro país no puede ser extensiva por razones obvias, del mismo modo que todos los jamones que se producen y comercializan no pueden ser "pata negra". Es decir, no pueden ser comercializados a partir de cerdos alimentados por bellotas en encinares infinitos. Siguiendo con el ejemplo, significa eso que el resto de jamones de cerdos criados en granjas sean malos? Desde luego que no... Son de peor calidad que los de bellota? Evidente. Pues lo mismo ocurre con la cría y comercialización de productos cárnicos basados en una ganadería extensiva o intensiva, respectivamente.

El ministro Garzón ha errado en no plantear adecuadamente el asunto y ha pecado de ser poco prudente en un panorama político en el que todo se polariza y se manipula en virtud de intereses partidistas. Tiene razón en el fondo del asunto, eso es de sentido común, pero decir que exportamos carne de "mala calidad" es un grave error". Metidos en arena lo razonable es limitar la ganadería intensiva en cuanto a volumen de cabezas, lo que es dado a conocer cómo "macro granjas" que tienen más que ver con los lobbies del sector cárnico que con el loable sector ganadero más tradicional.

A día de hoy no es viable prescindir de una ganadería intensiva bien entendida y acotada por una mera cuestión de rentabilidad y repercusión de costes al consumidor en plena escalada de la inflación. Eso hay que asumirlo aunque se establezcan las bases para aumentar gradualmente el porcentaje de ganadería extensiva con una asimilación gradual de costes. Hay es donde se plantea el verdadero reto.