Opinión

Hacer ciudad desde la individualidad

Hace 30 años llegué a Tudela en un autobús de la Conda con salida en Falces un 24 de julio. Apenas aterrizado pisé la redacción de Navarra Hoy, y sin tomar aliento me enviaron a cubrir el homenaje al monumento a la jota. No fue el único acto de este tipo que cubrí para el periódico. Durante siete días me pateé el casco viejo, almorcé en varios locales, peñas y bajeras particulares, participé en tertulias radiofónicas, compartí folios, máquina de escribir Olivetti y calca azul y fax con corresponsales taurinos, y me sorprendí con los fuegos sobre el Ebro y la Revoltosa. 

Pero yo venía de hacer prácticas en Pamplona, y dos semanas antes había cubierto informativamente varios actos en los Sanfermines. Para qué comparar. Recuerdo que volví a mi pueblo tras una intensa semana, y resumí las fiestas de Tudela con un conciso “un poco aburridas, con muchos homenajes y rollos raros”. Tenía poca experiencia y 18 años. 

Con el tiempo me dí cuenta de lo equivocado que estaba. Del error de percepción que tuve. De mis pocas entendederas.

Los rollos raros que percibí con la mayoría de edad, y aquellos homenajes –la mayoría aún perduran en el programa-, eran la muestra de la capacidad de Tudela para agradecer y engrandecer la aportación de la individualidad al colectivo. 30 años después me alegro por cada reconocimiento, y siento que una comunidad que valora y lo manifiesta en forma de galardón y actos públicos en su semana más preciada, es una comunidad viva. Es un conjunto de individuos que suman y hacen Ciudad.