Opinión

Propósito

En los cambios de temporada tendemos a redefinirnos, a pensar nuevos planes, a reflexionar y ver en lo que podemos cambiar. Bueno, eso es la teoría. La práctica dura poco, como mucho una semana. Así que el propósito de las presentes líneas es hablar de la teoría del propósito. De la práctica ya se ocupará cada lector.

¿De qué depende la calidad y cantidad de nuestros años de vida? Lo evidente: comer bien, hacer deporte y todas esas cosas que se repiten, más que a fin de año, todos los días. Cosas menos evidentes a las que cada vez se les da más importancia: tener una vida social rica. Un debate abierto: ¿cómo hacer amigos a partir de cierta edad? Está admitido que no es fácil aunque desde luego, influyen razones culturales que se deben tener en cuenta y, quizás, modularlas.

Vamos a aspectos todavía menos evidentes. Levantarse pronto, andar deprisa y no trabajar. Sorprendente, ¿no? Ahora bien, cuidado: se deben ajustar bien los conceptos. En medicina, no es lo mismo  una enfermedad que los síntomas de la misma. La desgracia de la pandemia ha hecho que todos hayamos aprendido esta idea. Con este enfoque,  levantarse pronto es un síntoma de tener ganas de hacer cosas. Andar deprisa es un síntoma de determinación. Y la expresión “no trabajar”, con el respeto debido a todas las personas que no terminan de encontrar un empleo, es síntoma de que nos gusta la actividad en la que ganamos la vida y en consecuencia nos es placentero realizarla. Es el sentido confuciano del término, que se contrapone al sentido etimológico de la palabra, en tanto trabajo viene de trepalium, “máquina de tortura”.

A su vez, estos tres síntomas nos lleva al denominador común que tienen las biografías de las personas más influyentes de todos los tiempos: todos tenían claridad de propósito. En algunos casos era conquistar territorios, en otros curar enfermedades, en otros realizar obras que conmuevan a quienes las observan.

Para los japoneses, el propósito se llama también ikigay. Se trata de una doble intersección: nuestra pasión, misión, vocación y profesión por un lado; por otro, aquello en lo que eres bueno, lo que amas, lo que el mundo necesita y por lo que pueden pagarte. En un mundo lleno de “coach” que nos dan las respuestas, nos hemos olvidado de las preguntas. Y son todas las relacionadas con los aspectos anteriores. ¿Cuál es nuestra pasión? ¿Y nuestra misión? ¿Y nuestra vocación? ¿Qué profesión nos permite alcanzar lo anterior? ¿En qué puedo ser mejor? ¿Qué puedo investigar para saber lo que me gusta? ¿Qué necesita el mundo que pueda aportar? 

Para contestar a estas preguntas, debemos aprender a valorar la incertidumbre. No hay otro medio. El mundo, la vida es así. Para lo malo y lo bueno. Y permite oportunidades de reinventarse: no es difícil ver a personas de más de 40 años estudiando una carrera o un FP para seguir en el mercado.

Muy importante: el propósito no suele ser un trabajo concreto. Pensemos en los cocineros de un hospital. ¿A qué se dedican? La respuesta parece ser una perogrullada: a preparar comida. Bien, según se mire. Más apasionante: a hacer más agradable la vida de los enfermos. Más aún: su labor es fundamental para curarlos. Quien mejor resumió esta idea fue una mujer que estaba limpiando las instalaciones de Cabo Cañaveral cuando se estaba preparando el proyecto Apolo. Cuando le preguntaban su labor lo tuvo claro: “me dedico a ayudar a que podamos llegar sanos y salvos a la Luna”. No es lo mismo ser profesor que formar las generaciones del futuro. No es lo mismo ser policía que mantener el equilibrio social. No es lo mismo ser psicólogo que dar ideas o enfoques para ver la realidad que nos rodea de forma más tranquila y serena. 

Para poder tener claridad de propósito la curiosidad es básica. ¿Cuándo ha sido la última vez que hemos hecho algo por primera vez? ¿Por qué no probar algo nuevo? Y no, no me refiero a una página web o a probar una red social. Debemos agradecer, a todos los trabajadores que han salido disgustados trabajar en la red (en especial a Frances Haugen, antigua empleada de Facebook), cómo nos han contado los mecanismos que usan para polarizarnos y engancharnos. Los políticos lo agradecen: logran despistarnos y así no nos centramos en las cosas que importan de verdad. Es decir, de la mejor gestión pública posible. No de sus amarillismos.

Un estudio asombroso realizado en Estados Unidos demostró que las reuniones familiares con personas de diferentes partidos políticos dura, de media, 25 minutos menos. Por eso, ya vale de tanta tontería. Vamos a exigir más, dudar, pensar, y probar actividades nuevas. 

Si te ofrecen un asiento en un cohete no preguntes qué asiento. ¡Sólo súbete! (Sheryl Sandberg).