Opinión

Isegoría y parresía

En una frase memorable, Fred Kofman afirma que “sólo vemos aquello de lo que podemos hablar”. El cambio de sentido respecto del lenguaje coloquial, en el que siempre decimos ideas como “yo te cuento lo que he visto” causa asombro, y el aprendizaje es profundo: las palabras moldean de forma clave nuestra realidad. De hecho, el caso más nombrado de la literatura es la célebre “neolengua” que aparece en el libro de George Orwell 1984. Las autoridades cambian el vocabulario y eliminan palabras como libertad. El propósito no puede ser más claro: no podemos reclamar lo que no conocemos.

Se considera que el castellano tiene cerca de 300.000 palabras y que Cervantes utilizó, para escribir el Quijote, 22.939 palabras diferentes. Se considera que un nuestra vida cotidiana usamos cada día 300 palabras. Los jóvenes, además, llegan a usar 37 emoticonos para indicar cuál es su estado de ánimo. Es indudable que esto nos lleva a percibir la realidad con unas gafas de realidad... disminuida. Así se encuentra nuestra comprensión lectura y nuestro espíritu crítico: en clara regresión. Si además a eso se le añade el lenguaje políticamente correcto con barbaridades como prohibir corregir con bolígrafo rojo para no herir sensibilidades (ocurrió circunstancialmente en Australia), no decir la palabra “gordo” en los libros o evitar indicar que una mujer trabaja de cajera (lo han intentado con la obra de Roald Dahl) tenemos un problema como sociedad grave.

Es más, aspectos que antes se comentaban de forma estándar como: “me voy el sábado a cazar”, “hemos ido muy lejos con el uso de palabras sostenibilidad, las cuales al servir para todo ya no sirven para nada”, “muchas prerrogativas del ministerio de igualdad deberían estar en educación o se corregirían con leyes concretas” se callan por miedo al qué dirán y a la posible estigmatización social.

En este contexto, necesitamos isegoría y parresía. El primer concepto procede de la antigua Grecia, y consiste en un sistema donde todos tienen el mismo derecho a usar la palabra en la asamblea. Claro que en esa época había muchas limitaciones democráticas reconocidas por todos, pero lo relevante es que por primera vez (que tengamos constancia de ello, claro está) apareció la idea. El segundo concepto, también griego, implica la libertad de hablar todo con sinceridad. Eso ocurre cuando podemos expresarnos con franqueza y sin miedo, cosa que en demasiadas ocasiones sólo se hace en contextos muy reducidos, en los cuales tratamos con personas de mucha confianza. Parresía es un término griego compuesto por “pan” (quiere decir todo) y “reo” (quiere decir....¡decir!). Llama la atención el enorme contraste entre su significado antiguo y nuestro uso presente. Todavía hay más: según la RAE, parresia (esta vez sin tilde) es “apariencia de que se habla audaz y libremente al decir las cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen”.

Plaza Nueva ha cumplido 30 años, y en el escaso tiempo en el que he podido disfrutar de ella (pleonasmo: el tiempo siempre es escaso) se ha caracterizado por la asegoría y la parresía. Se han recibido propuestas, artículos, ideas y referencias de todos y para todos. Se han expresado las propuestas, artículos, ideas y referencias con sinceridad y franqueza.

Hoy en día cada vez existe más desconfianza respecto de los medios. La tecnología permite crear vídeos o podcasts falsos de personas a las se desea acusar para dañar su reputación y terminar así su carrera política o profesional. En este sentido, el periodismo tradicional se torna fundamental para distinguir la verdad del ruido. Si bien de forma lógica e inevitable la interpretación de los hechos difiere, los hechos siguen siendo hechos, los datos siguen siendo datos. Sabido es que los números no engañan y que a los que engañan les gustan mucho los números. Así, un medio de derechas puede dividir los impuestos que se pagan en España entre el total de trabajadores (sale un número alto) para pedir así una rebaja fiscal. Sin embargo, un medio de izquierdas divide los impuestos entre el total de personas (sale un número bajo) para pedir así una subida fiscal. Están en su derecho. En todo caso, otros medios estudiarán la realidad y comprobarán que históricamente el PP es el partido que ha subido los impuestos y el PSOE es que los ha bajado. ¿Ideología? No. Ciclo económico.

En un mundo lleno de incertidumbre podemos hacer una apuesta segura: Plaza Nueva continuaría priorizando la isegoría y la parresía para demostrar que los pequeños medios pueden ser, en verdad, grandes.