Opinión

Inteligencia artificial, pasado y futuro

El gran científico E.O. Wilson nos recuerda que “El verdadero problema de la humanidad es que tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología divina”. Es difícil no estar de acuerdo con esta afirmación: es parte de nuestra evolución. Por eso tenemos tan integradas las emociones universales: miedo, alegría, tristeza, asco, sorpresa e ira. No dejan de ser mecanismos de adaptación y supervivencia. De hecho y aunque no lo sepamos, la mayor parte de mensajes que recibimos en el área de la política o del marketing van dirigidos a nuestro yo más paleolítico.

¿Qué decir de las instituciones? Un ejemplo será suficiente. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, los dos candidatos con posibilidades de presidir el Gobierno, establecían hace unos días contacto….¡por carta! Al menos la misiva no fue enviada por una paloma mensajera. ¿Y respecto de la tecnología? Otro ejemplo será suficiente. No hace tanto tiempo era impensable la posibilidad de establecer una comunicación audiovisual con cualquier persona e independientemente de su ubicación de manera prácticamente instantánea y con un coste ridículo.

Curso Javier Otazu
Artículo basado en la ponencia que dará el autor el viernes 25 de agosto en Urroz

El debate respecto de la divinidad de la tecnología nos lleva al posible uso de la inteligencia artificial. Nos planteamos, por lo tanto, dos preguntas que todos nos hemos hecho a nosotros mismos en algún momento de nuestra vida. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Aunque el término de inteligencia artificial (IA) es relativamente nuevo (fue acuñado en 1955 por el científico informático John McCarthy) ya había aparecido con otros nombres en diferentes manifestaciones de la cultura universal. Vamos a explorar algunos casos.

Comenzamos por la mitología griega: Talos es un enorme autómata de bronce que debe proteger a Europa (madre del rey cretense Minos) de sus diversos enemigos. La hechicera Medea hizo que espíritus de la muerte (Keres) lo volvieran loco. En la última versión de Indiana Jones aparece el mecanismo de Anticitera. Encontrado en la isla griega que le otorga su nombre, sirve para realizar el cálculo de las posiciones astronómicas. Lo sorprendente es que su origen se estima entre los años 150 y 100 antes de Cristo. El periodista Jo Marchant comenta que  “Girando la manivela puedes moverte hacia adelante y hacia atrás, para ver el estado del cosmos hoy, mañana, el martes pasado o dentro de cien años. El dueño de este instrumento se debe haber sentido el maestro de los cielos”. ¿Conseguirá la IA ampliar estas posibilidades?

Todos conocemos la obra “Frankenstein”, de Mary Selley. En este caso la creación humana digamos que se les va un poco de las manos. En “Los viajes de Gulliver”, de Jonathan Swift, también aparece un artefacto que se usa para crear literatura o generar ideas interesantes. En “El artista de lo bello”, de Nathaniel Hawthorne y publicada a mediados del siglo XIX, ya aparecen insectos robóticos, los cuales podemos considerar precursores de los drones.

En la obra de teatro “R.U.R (Robots Universales Rossum)”, en el año 1920, aparecen por primera vez la palabra robot. El escritor de ciencia ficción Isaac Asimov proporciona en su obra las célebres leyes de la robótica, las cuales  han vuelto a estar de moda como marco para regular las ilimitadas posibilidades de la IA. Vamos a recordarlas. Primera ley: “un robot no hará daño a un ser humano ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño”. Segunda ley: “un robot obedecerá las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando entren en conflicto con la primera ley”. Tercera ley: “un robot protegerá su propia existencia, excepto cuando dicha protección entre en conflicto con la primera o segunda ley”.

Isaac Asimov comentó que sólo conoció dos personas más inteligentes que él. La primera, Marvin Minsky (1927-2016). Investigador, cómo no, en IA, creó junto a Seymour Papert (1928-2016) el concepto de perceptrón: un embrión de ordenador eléctrico que podía hablar, ver, caminar o escribir. La segunda, el astrónomo más famoso de la historia: Carl Sagan (1934-1996). Su sueño, entrar en contacto con inteligencias extraterrestres. El debate se ha reabierto en Estados Unidos, de manera que se ha prometido investigar información OVNI clasificada. Pero es posible que no estemos tan lejos: John Maeda es vicepresidente de IA en Microsoft, escritor, profesor del MIT y artista (sus obras aparecen en el MoMA). Considera que la IA es semejante a la llegada de vida alienígena en nuestro planeta.

Un ejemplo será suficiente. Ya existe el “algoritmo de la muerte (2016)”. Aprende, aunque no sabemos cómo lo ha hecho. El 90% de las personas a las que se les predijo su fallecimiento murieron entre los 3 y 12 meses posteriores. El 95% de los que no iban a fallecer, en efecto, no lo hicieron. 

Incluso se plantea la opción de usar la IA para gestionar los recursos existentes en nuestro planeta. La conclusión la dejamos para otro astrónomo: Martin Rees. El período ocupado por la inteligencia orgánica es una minúscula porción entre la vida primitiva y la larga era de las máquinas”.