Opinión

Breve semblanza de un navarro de pro

Murió en Pamplona, el 11 de junio de 1971, a los 65 años. En el prólogo de uno de sus libros, el desaparecido etnólogo Ángel Aguirre Baztán recoge estas palabras de su amigo Uranga: "En su habitación de enfermo, inmóvil en la cama, todo era alegría y hablar franco y anécdotas y preocupaciones humanas y literarias, y planes de futuro. Se murió suavemente, sin darle importancia, con la mayor naturalidad y pleno de facultades intelectuales, lleno de Dios, edificando a todos. Cada día le he visto enflaquecer y apagarse materialmente, pero nunca decaer su ánimo, ni su charla, ni su sonrisa". Murió lleno de fe en Dios, henchido de navarridad, amigo de todos, legándonos una obra entrañable, en la que no se ofende a nadie y que puede ser leída por todos. 

Había nacido en Tudela el 31 de octubre de 1906, siendo la amalgama de una ascendencia montañesa con una ascendencia ribereña. Su temprana orfandad, junto a un hermano catorce meses menor, marcará una infancia tutelada por sus abuelas: primero la paterna y de seguido la materna, con gran influencia en los nietos. 

Sus estudios, su profesión ejerciendo la abogacia, su vida servirá para transmitir la Navarra que conoció mediante el ejercicio de su feraz vocación escritora. Con gran empuje y determinación así como su honestidad servirá para mantenerse fiel al dato: " Dios no quiso dotarme de eso que llaman 'alas de la fantasía'. No tengo condiciones de novelista y ni sé, ni pretendo, utilizar la imaginación" -recoge Aguirre Baztán. 

En esta Navarra que sufre amnesia de lo propio y empacho de lo ajeno, las nuevas generaciones ignoran por completo al polifacético José María Iribarren Rodríguez. Para algunos su "problema" es que quiso tanto a su tierra que no escribió apenas sobre temas de fuera de ella. Para otros su "virtud" es que nos retrató una sociedad genuina, auténtica, de personalidad variopinta y acendrada que no debe abochornar sino enorgullecer a sus vecinos. 

Quizá lo siga siendo, pero ha sido el autor navarro contemporáneo más leido. No dejemos que se olviden su figura ni su obra. Gracias, José Mari. ¡Mientras Dios me conserve la memoria no me olvido de tan precioso legado!