Opinión

¿Este 'finde', dónde nos toca?

El año pasado tocó pasar el verano desde el ‘exilio’ y a penas pude vivir in situ el blanco y rojo. Un par de días en la vecina localidad de Cintruénigo y otro par en la querida Corella. Sabe a poco.

Estaba en el extranjero, en un lugar costero y con el pañuelico de fiestas gobernando mi habitación para alegrarme cada mañana que me levantaba para trabajar. Había días que incluso coincidía en que yo estaba desayunando mientras mis amigos mandaban fotografías y vídeos de sus esperpénticos almuerzos.

Este año ha vuelto el típico verano, el de las visitas, el de los reencuentros. Es tiempo de San Fermín, de Santa Ana, de San Roque, de la Virgen de la Paz, de San Miguel y de otros tantos santos de los que a penas conocemos sus historias, o incluso ni siquiera sus nombres, pero que nos incitan a su lugar de origen gracias a sus actos y a sus gentes.

Los años pueden ir pesando a algunos y las relaciones se van distanciando... pero la alegría que da encontrarte con quien tantas anécdotas tuviste en un bar de Fitero. O visitar a unos amigos de Rada, de Azagra, de Andosilla... y que a la mañana siguiente ya seas uno más del pueblo.

El verano es un buen momento para intercambiar pañuelillos, para rememorar viejas glorias y para crear nuevas leyendas que jamás quisieras que se enteren tus padres, que nunca contarás a tus hijos y que confesarás orgulloso a tus nietos. El verano es buen momento para conocer nuevos territorios, nuevas culturas y para ampliar la lista de amigos y conocidos.

Y antes de que se me haga tarde, que ya estamos a mitad de semana, me perdonarán que dedique estas últimas líneas a mi cuadrilla: “¡Resaka!, este ‘finde’, ¿dónde nos toca?”.