Opinión

¿Cómo nos afecta la nueva ley Trans?

Hace pocos días que se ha aprobado el anteproyecto de Ley Trans y de Derechos de las personas LGTBI. Lo más sorprendente ha sido ver a parte del colectivo feminista quejarse con contundencia de aquellos puntos que afectan a la mujer. La Alianza Contra el Borrado de las Mujeres declara lo siguiente:

“La decisión del gobierno se adopta sin haber escuchado a las organizaciones de mujeres, que han advertido reiteradamente que la libre autodeterminación del sexo legal destroza los derechos de las mujeres basados en el sexo. La eliminación de requisitos para el cambio de sexo legal pone en peligro la integridad física de las mujeres en espacios separados como prisiones, baños, hospitales e instalaciones para mujeres con discapacidad y permite a los maltratadores eludir la normativa contra la violencia machista”.

También se quejan de que el Anteproyecto impone términos como “progenitor gestante”, sugiriendo que los hombres pueden quedar embarazados, lo que a la larga puede desembocar en la desaparición de términos basados en la realidad biológica como “madre” y “padre”. La base de todo esto es eliminar cualquier rastro documental del sexo biológico de quienes transitan. Se sustituye el sexo, algo objetivo, por algo subjetivo: cómo se siente uno. En el fondo se busca ajustar la realidad a nuestros deseos, cuando la verdadera felicidad se alcanza conformando nuestros deseos a la realidad.

Una prueba más de que lo que prima son los sentimientos, es que la mayoría de las estadísticas del anteproyecto son relativas a cómo se siente el colectivo LGTBI, y no a hechos concretos. No cabe duda de que el colectivo LGTBI ha sufrido mucho a lo largo de la historia y merece que se le respete, pero el anteproyecto de ley es absolutamente desproporcionado y contradice en muchos aspectos a la razón humana.

Todo lo anterior es consecuencia de la ideología de género, sobre la que FamiLiaE viene alertando desde hace varios años, concretamente desde que apareció Skolae. En este programa existen materiales que van mucho más allá del respeto de todas las personas, promoviendo la transexualidad en educación primaria y secundaria, cuando en estas edades el intelecto está en formación. De hecho, la propia Alianza Contra el Borrado de las Mujeres declara que el 80% de los menores con disforia la superan tras la pubertad si no se les incita a transitar, unos datos que el Colegio de Pediatras Norteamericano amplía hasta el 98% en niños y el 88% de niñas de ese colectivo que aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad. 

Por otro lado, el anteproyecto de Ley Trans prohíbe las terapias “destinadas a modificar la orientación o identidad sexual o la expresión de género de las personas, incluso si cuentan con el consentimiento de las personas interesadas o de sus representantes legales”. O sea, que se puede seguir terapias en una sola dirección; nunca en la inversa. Es más, habrá multas de hasta 150 000 euros para quienes se salten los postulados de la ideología de género.

Y ya no digamos cómo afecta esto a las familias. El capítulo XI del anteproyecto recoge que podrán modificar la mención registral del sexo “las personas mayores de doce años y menores de catorce, asistidas por sus representantes legales. En el supuesto de desacuerdo de los progenitores o representante legal, entre sí o con la persona de menor de edad, se procederá al nombramiento de un defensor judicial”. O sea que, por ejemplo, los colegios piden consentimiento a los padres para llevar a sus hijos al teatro, pero cuando se trata de realizarse una operación irreversible, el menor lo pueden hacer libremente y sin que sus padres puedan oponerse.

Sería bueno mirar el precedente ocurrido en Inglaterra, donde Keira Bell ha ganado el juicio contra el hospital público que le hizo un tratamiento hormonal con 16 años. Los jueces reconocen lo siguiente: "Es muy poco probable que un niño de 13 años o menos sea competente para dar su consentimiento a la administración de terapia hormonal". También expresaron sus dudas sus dudas "de que un niño de 14 o 15 años pueda comprender y sopesar los riesgos y las consecuencias a largo plazo".

Por tanto, no se trata solo de un asunto que afecta a la mujer; es también un ataque a los niños, a la familia y en el fondo a la sociedad en general, que está viendo cómo en poco tiempo le cambian el paradigma antropológico sobre el que se cimienta, a través de leyes y más leyes ante las que no podemos quedarnos de brazos cruzados.

Ignacio Del Villar
Secretario de FamiLiaE (Familias por la Libertad de Educación)