Opinión

De la Navidad de 1914 a la de 2014

En las navidades del 1914, durante la Primera Guerra Mundial, de la que este año celebramos el centenario, algo extraño ocurrió. Los alemanes colocaron árboles de navidad enviados por el Káiser en las trincheras, y, de repente, el espíritu del Feliz Navidad lo inundó todo. El fuego cesó, y las banderas blancas hicieron que los ingleses y franceses confraternizaran con los alemanes. Todo ello en una época de nacionalismo exacerbado, donde los partidarios del belicismo habían enviado a los jóvenes europeos al degolladero más inhumano.

Así pues, cuando los altos mandos militares se enteraron de lo que realmente había sucedido, dispusieron serias medidas para evitar que se siguiera extendiendo esa epidemia de la fraternidad. Durante mucho tiempo, la propaganda había pintado al “enemigo” como monstruos capaces de las mayores atrocidades. Las élites de los países contendientes, a través de sus políticos de medio pelo, no podía permitir que el pueblo se manifestase con unas conductas de amiguismo y solidaridad que ellos habían desterrado.

¿Y la navidad obró el milagro? O fue el recelo en unos dirigentes políticos que había sumido a Europa, llevados por los más bajos instintos, en una guerra alocada, que se le llamó Gran Guerra por lo perversa y destructiva. La navidad podía haber sido una buena excusa para frenar ese patrioterismo nacional ridículo que se batió en las trincheras de Verdún, con el hedor humano del hacinamiento y el frío húmedo de las llanuras europeas en aras de la necedad. Qué bien lo reflejó el maestro Stanley Kubrick en su película “Sederos de Gloria”, genial Kirk Douglas

"Los alemanes colocaron árboles de navidad y su espíritu frenó la guerra"

 

Si, en este año de aniversario rememoro la primera Guerra mundial, y me sirve de excusa para gritar contra un espíritu que se quedó en un mero partido de fútbol entre los enemigos de la trincheras (alemanes, franceses e ingleses) en un día de navidad.

En definitiva, un ambiente que no pudo acabar una guerra odiosa, terrible, donde los jóvenes europeos con la mochila cargada de sueños de sus políticos malvados fueron arrojados a las trincheras del odio por unos líderes nefastos. Sin duda, que no eran peores que los nuestros actuales. Eso sí, teniendo como bandera la patria. Pobre Otto Eduard Leopold von Bismarck, Príncipe de Bismarck, que tenía el Estado alemán en su cabeza y veía el futuro como un vidente, pero que fue lanzado al ostracismo por Guillermo II. Su prudencia hubiese evitado el desatino.

Pero, ¿fue la llamada de la estrella la que condujo a los reyes magos la que les llevó a esta pequeña tregua, o el hastío de tanta inmundicia de un conflicto que ellos no habían creado? Al final, termina la guerra y regresan algunos a sus casas, heridos, mutilados, sonados, idos, sin cantar ya las bravatas de canciones patrioteras, como cuando iban al frente. Y el espíritu de la navidad, como dicen en la Ribera, se quedó en “agua de borrajas” (sirva de homenaje a las verduras). O alguien piensa que cuando vas al bar te cobran por un café 21 euros y te regalan el espíritu en un sobre.

Lo siento por los amantes de la navidad pero, o esparcimos la semilla a lo largo del año, o conmigo no cuenten para este teatro. Si hay que beber por beber y comer marisco a raudales, me apunto, pero no tomen de excusa estas fechas y sean felices, si pueden, todo el año.

En síntesis, con lo que está cayendo, más vales que recuperemos más que el espíritu navideño el sentido común para salir de las trincheras y compartir con el contrincante unas viandas y un partido de fútbol. De lo contrario, lo que nos vendrá encima será la melancólica navidad. El relato es histórico, pero si algunos quieren hacer comparaciones con la actualidad, están en su derecho. Como diría aquel presidente norteamericano de partido republicano John Calvin Coolidge: “La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz y la generosidad y tener merced es comprender el verdadero significado de Navidad”.

¡Feliz Navidad,  a pesar de las  circustancias!

Francisco Santos Escribano

Profesor de Historia