Hay días en que los nada nos sale bien. Hay temporadas en la vida fastidiadas, de problemas, de desilusión. Hay momentos de despedida, de dificultad, de desaliento. Hay meses enteros de frío en los que parece que lo mejor es quedarnos en casa al calor del hogar, encerrados en nuestras cosas. Hay ocasiones en las que es muy difícil creer que hay luz al final del camino y que algún día las cosas mejorarán.
Pero, como todos los años, cuando llega el calor, empieza el tiempo de la fiesta. El tiempo de la alegría tranquila. De las vacas en la calle. El tiempo de la familia y de los amigos. Del encierro del Estrecho. De la juerga. De las noches largas. De la vuelta al pueblo, los que os ha tocado vivir lejos. El tiempo de los almuerzos, de las comidas y de las cenas en buena compañía. De las Charangas. De las orquestas. De las jotas. De las rancheras a media voz en la madrugada. De los mejores recuerdos. El tiempo de los primeros amores. De las mejores despedidas. El tiempo de olvidar, siquiera por un momento, las dificultades y de soñar que todo nos va a ir un poco mejor.
Y quiero pesar que también ha llegado el tiempo de las personas de espíritu joven y valiente; y a todos vosotros y vosotras os pediría, que trabajemos juntos, unidos para que muchas cosas cambien y mejoren. Que miremos alto y caminemos hacia delante, sin miedo. Nadie nos va a arreglar nuestros problemas. Somos nosotros y nosotras los que tenemos las soluciones. Somos nosotras y nosotros, todos juntos, los que vamos a construir nuestro futuro.