Opinión

La atención que escasea

Vivimos tiempos frenéticos que rozan las velocidades de la Fórmula 1 en los que pasamos de los meses de vacaciones a la vuelta a la normalidad sin pestañear, sin bajar de revoluciones y en los que el valor más alto en la bolsa es nuestra atención.

En una sociedad tan sobreestimulada como esta que habitamos y en la que las aplicaciones móviles y pantallas en general compiten por nuestra atención cuesta negar que cada día vivimos con mayor desconexión respecto a lo que nos rodea. Y a quienes nos rodean. Hacemos todo y nada a la vez.

Sería interesante, recomendable y hasta sano pararse una vez al día, como mínimo, a respirar y a tomar consciencia de qué hacemos, con quién y hacia dónde vamos pues corremos el gran peligro de que se nos pase la vida a base de estrés. La presión, las exigencias y las épocas agitadas son necesarias pero en su justa medida. 

Autoconocerse como herramienta, adaptación como método y la valentía como combustible para poner en marcha las dos primeras. Nuestro tiempo aquí es finito así que más nos valdría tener claro qué queremos e intentar avanzar en esa dirección que ir dando tumbos alrededor de un sistema cada día más enfermo.