Opinión

Un negro nunca será presidente de los EUA

Hace pocos días, mientras disfrutaba del Ultimo Lunes de Gernika, Martín, un baserritarra ilustrado, mucho más formado y leído que miles de licenciados que pululan por facultades, oficinas y colas de parados, se explayaba categóricamente sobre las elecciones de nuestra Metrópoli con la afirmación que llevan como título estas líneas.

Su actitud estaba lejos de ser racista o xenófoba. Sus ricas vivencias en la diáspora y su preocupación por tener una sólida formación intelectual sustentaban de modo contundente su impresión de que la categórica frase, tan manida en ciertos ámbitos de poder en los Estados Unidos, aún seguía vigente.

“Pucherazo o atentado, pero Obama no será presidente”, clamaba tras escanciarse un buen vaso de sidra de Lea Artibai.

Probablemente no sea necesario. El Sistema no está en peligro. A pesar de la profunda crisis de legitimidad que debe de afrontar la Metrópoli Imperial Mundial, lo cierto es que tanto Obama “como negro”, como Hillary “como mujer” son meros clichés “paralelos” al de Mcain “héroe” de este circo mundial, en el que ninguno de los candidatos difiere uno del otro en el fondo, si bien quizá meramente en las formas. Pero además, Obama, es “la Gran esperanza Blanca”, por eso de ahí a que “sea negro” va un trecho.

En el fondo Martín tenía razón, al margen del color de su piel, “un negro nunca será presidente de EE.UU”. Ningún esclavo negro, ninguna pantera negra, ningún Kunta será jamás presidente de la “Hacienda Blanca”. Obama quizá sí, ya que es el Tio Tom. Bondadoso, patriarcal, fiel. Servil súbdito del mundo e intereses “blancos”, del capitalismo neoliberal mundial

Obama es un negro del Sistema, al igual que su último “mentor” electoral, el embustero y criminal republicano Powell “el primer negro en llegar a la Casa Blanca, y también esperanza de cambio en sus tiempos”.

Dicen que “Obama es el cambio” pero realmente no existe margen para un cambio radical, ¿qué y cuántos peajes ha pagado el candidato para poder participar en esta millonaria campaña? Es de ingenuos pensar que los lobbys y los grupos de presión norteamericanos permitieran que un negro cambiase con determinación algo estructural desde la presidencia de los EE. UU.

Lo cierto es que el envoltorio Obama, ha sido de por si el cambio estético y el revulsivo mediático que el Sistema en crisis necesitaba para relanzar la imagen de pugna democrática. Pero el caramelo Obama, su programa y trayectoria personal de identificación con el Sistema, están lejos de variar un ápice el fondo del asunto: el cambio radical de la catadura ideológica y la praxis de defensa de los intereses del Sistema político-económico-imperial norteamericano.

¡Pero esto es Hollywood! ¡Sin trascendentalidades por favor! ¡Todo por y para el espectáculo! El mundo contempla abducido el largo “proceso electoral” hollywoodiense, y las presuntas izquierdas europeas eyaculan de gozo ante el “espectáculo Obama”. Marketing bien planteado, ¡sí señor! Y pocas ganas de cuestionarse nada, ¡viva el pragmatismo mientras pueda!

Será que soy un aguafiestas. Para empezar no hay que ser muy espabilado para que alguien que no sea Mcain te seduzca. En edad, imagen y transmisión de valores, Obama es a Mcain, lo que una tarta de chocolate es a la manteca de cacahuete. Además no es muy complicado que esto sea así, el “efecto OBush” de los últimos ocho años, ha dejado turulato (si no masacrado) a gran parte del electorado virtual mundial de la Metrópoli, es decir, los que siguen con pasión unas presuntas elecciones de un país que no es el suyo, en las que no pueden votar, pero en el que se decide la variabilidad de tu hipoteca, el color de los levis de este año y por supuesto las matanzas diarias que estropean nuestros orondos desayunos occidentales.

Para algunos, quizá sea desilusionante decir que Obama, la gran esperanza blanca, es un ajuste del Sistema, pero lo que sin duda deprime es ver la falta criterio crítico de las presuntas izquierdas al afrontar “el fenómeno Obama” desde el envoltorio, sin sopesar ni participar, desde la denuncia determinante y contundente, de la indecente faz antidemocrática y falaz del Sistema Imperial yanqui.

Así es, todo el debate público se sitúa en torno a un personaje presuntamente revulsivo y atractivo, pero no existe un criterio crítico radical del conjunto, del Sistema.

Nadie cuestiona públicamente el Sistema norteamericano como antítesis práctica de la democracia. Presuntas izquierdas y demás, siguen criticando a EE. UU. por sus políticas puntuales o sus déficits más elocuentes, sin cuestionar de raíz la falta absoluta de homologabilidad democrática de “la madre de todas las democracias del Planeta y el resto del Universo”. El sistema electoral norteamericano, por ejemplo, sólo es criticado por su anecdotario rocambolesco, sin ser cuestionado de hecho como un proceso antidemocrático integral legitimador de un gobierno títere de oligarquías financieras y lobbys fácticos.

El mundo al revés. EE. UU., que se permite la licencia impune de “homologar” como democrático o no a cualquier país del mundo, con lo que ello conlleva, y sienta cátedra a todos con su tan “idiosincrático” y modélico sistema electoral, queda en evidencia ante procesos electorales, como el de la “dictadura cubana”, por ejemplo, en el que de entrada el sufragio es universal, ¡no como en EE. UU.!

Así es, en EE.UU no puede votar todo el mundo, el sufragio es censitario, por lo tanto no es democrático. No sólo no pueden votar los no adscritos, sino que tampoco los “eliminados” por diferentes motivos, ya sean antecedentes penales u omisiones a ciertos “deberes civiles”.

Y así, interpretando resultados, en 2000 por ejemplo, Obush ganó con un 7.8% de apoyo popular real, es decir, al margen de los chanchullos en los censos y los recuentos fraudulentos, sólo ese porcentaje de apoyo del total de habitantes de EE. UU. legitimaba su victoria. ¿Por qué? No hay más que evaluar los datos globales, teniendo en cuenta que un 40% de la población no podía votar, y un 60% de los que podían, se abstuvieron.