Opinión

Santo Padre, ¡santo criterio!

El Papa, Benedicto XVI, Joseph Aloisius Ratzin-ger para más señas, ha renunciado al "puesto" o dimitido de sus funciones, entiéndase como más guste. Hasta aquí nada que objetar. Desde la Fe y su rentable multinacional sabrán qué tendrán que hacer. Lo admirable del caso es que sorprende que un personaje público, en este caso de reconocida autoridad y también

de sobrada popularidad, haya sabido dar un paso atrás en el momento oportuno... ¡Algo que resulta correcto y grato!



Aquí, es decir, en el opulento occidente del consumismo, el "y tú más" y el "para que te pongas tú, déjame a mí", pagamos cara la soberbia, petulancia o simple cabezonería de muchos que no saben irse a casa con dignidad en el momento oportuno, sea en la política, la economía, la cultura o cualquier arte o parte, incluida, claro está, la simple fama a secas, sean cuales sean las demás encomiendas o hasta indudables virtudes que puedan acompañar al personaje en cuestión.



Parece así el ser humano un permanente actor de sí mismo en el que se representa sin solución porque, en el fondo, el elemento, como humano, llega a creerse Dios, o al menos el César, el Faraón o, en el peor de los casos, el más grande de los portadores de la razón o la palabra. Por ello, se equivocaron Fraga o González y un sinfín de personajes, públicos o populosos, que aguantan o aguantaron lo indecible pasado su momento de gloria, algo que, sin duda, perjudicó a ellos mismos y a sus hechos y mejores acciones.



Por ello, apruebo y alabo el gusto del obispo de Roma que, dignificando el personaje que representa, denota su humildad y, acompañado por la claridad que da la senectud, dispone de criterio suficiente para saber irse a tiempo.