Opinión

¿Puede cambiar un maltratador?

Es una de las preguntas que me suelo hacer cada vez que veo a cierta persona, por respeto no voy a decir su nombre.

Caminar con esos aires de sufrida víctima, proclamando a los cuatro vientos, atrayendo al público que lo quiera escuchar, que ha sido injustamente juzgado, que se le ha colgado una etiqueta de maltratador que para nada tiene que ver con él, que la supuesta maltratada está "ida", que jamás le puso la mano encima, y si alguna vez se le escapó un chillo fue porque tenía los nervios tan crispados por la "conducta de ella", que desahogaba su fustración y su amargura de esa forma.
¡Y SE QUEDA TAN ANCHO!

Se cree sus propias mentiras, y encierra en lo más recóndito de su memoria los episodios de violencia que tuvo hacia su pareja... Qué poco se acuerda de cuando venía con cara de pocos amigos, de cómo tan sólo el golpe de cerrar la puerta del garaje producía en ella escalofríos, de cómo lo recibía envuelta en un manto de temor, procurando que los niños no alborotaran, “no hagáis ruido cariños -les había dicho minutos antes, cuando percibía que estaba a punto de llegar- papá viene cansado, no le hagamos enfadar”.

Cómo te ponía la cena que con tanto amor había preparado, sí con amor, porque ella te quería, a pesar de los moratones que dejabas en su cuerpo, en su alma, a pesar de esas noches vacías, en las cuales desgranaba lágrimas de impotencia, de rabia contenida, de engaño, de desamparo, y le preguntaba a Dios qué había sido de aquel que un dìa juró protegerla, amarla, cuidarla, aún hoy día después de cuatro años que hace ya que no estás en su vida, no sabe la respuesta...

Y los empujones, y las torceduras de muñeca, los puñetazos, las marcas en el cuello, las visitas a urgencias, que ella disfrazaba de caídas y tropezones, las risas falsas ante la familia, ante las amistades, el menosprecio hacia su persona, riéndote de su inteligencia, negándole una mirada de cariño, un gesto amable, convenciéndola de que era una inútil, de esos enfados en las comidas con tus padres, en las que siempre te las apañabas para provocar una riña, llamándola a escondidas víbora, para que ella cansada de tanta comedia te respondiera de mala manera y quedara a ojos de ellos como la "loca"... Pero un dìa "esa loca" recuperó la cordura, dijo ¡basta!, y rompió de un plumazo sus ataduras, por eso la odias tanto, porque quedaste al descubierto, porque te arrojó de su vida, te enseñó los dientes y como el ave fénix resurgió de sus cenizas...