Opinión

El desánimo de lo perdido

Antaño, la semana santa paralizaba la vida civil de forma lúgubre y obligatoriamente forzada, haciendo de cada cual un nazareno. Ahora, sin embargo, es la situación económica la que marca cada paso, determinando el desánimo en cada hermano.

Es el ritmo de esta nueva era. En el ambiente se palpa un extraño pesar que va más allá de la mística religiosidad de estos días. Se respira un absurdo silencio que paraliza el alma -la económica termina por arrastrar tristemente a la social-. Es la época de un púrpura sostenido, que prorroga los miedos, propicia las marchas atrás. Se parece este trimestre de comienzo de año a una permanente vigilia que determina el ambiente de forma continuada y oscura.

El gobierno anda a la desesperada para aportar luz. Pero la fe que alumbra su candil es breve, como corta de miras y oportunista es su sóla presencia... Acaban de aprobar una Ley sobre Morosidad en las operaciones comerciales, cuando PYMES y Comercios yacen penitentes en su cruz. ¡Habráse visto romanos de lanza más agria!

Estos Judas de la palabra retrasan hasta el 9 de abril las nuevas “medidas anticrisis”, lavándose las manos como Pilatos con la excusa de la Presidencia Europea, de turno, por supuesto, aquí los méritos no peritan.