Opinión

El Chupinazo

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Tradición, música, danza, toros, alegría… fiesta popular por excelencia son nuestras Fiestas Patronales. Siete días para la diversión continua, sin descanso, porque no admite recesos, ni parones. Del “Chupinazo” al “Pobre de Mí” no hay tiempo para el respiro ni el aburrimiento. Son muchas horas, muchos días de trepidante ajetreo, de ir y venir por las calles, de comer y beber, de hablar con la gente, de saludar a viejos conocidos. Son fiestas para disfrutar de cada instante, de cada momento, de cada situación. Y de eso en estos siete días hay mucho. Pero yo me quiero detener con el momento sublime de la fiesta. Ese instante donde la alegría se desborda, donde la emoción te encoje el corazón; es el instante de la eclosión festiva. Es el primer momento de la fiesta: “El Chupinazo”.

No es fácil describir ese instante de las 12 de la mañana del 24 de julio de cada año. La Plaza de los Fueros, la más bonita del mundo, a tope, no cabe nadie más. Miles de gargantas dispuestas a gritar con todas sus fuerzas los vivas, y miles de ojos mirando en la misma dirección.

Realmente el corazón se encoje, suben las pulsaciones, se tensa la piel y el vello se pone de punta. Es un momento muy especial. Pañuelos rojos al aire entre las manos; la plaza se tiñe de ese rojo intenso. Suenan las campanadas y desde el balcón de la Casa del Reloj se hacen oír clarines y timbales anunciando el acontecimiento. Se lanzan al viento los vivas: primero a Navarra, después a Tudela y el último a Santa Ana. Con él los decibelios se disparan tanto como sube la adrenalina. Sale el cohete y casi ni se oye su estruendo en el cielo tudelano. La Fiesta ha comenzado.

El cohete, siempre lo mismo. El mismo escenario, el mismo protocolo, el mismo sonido. Pero siempre distinto. Por mucho que se repita este momento siempre es diferente y todos volvemos a la Plaza de los Fueros cada 24 de julio. No nos queremos perder el instante inicial de la fiesta. Ese que nos produce sensaciones irreconocibles y nuevas emociones, como si cada año fuera distinto, o como si fuera la primera vez.