Opinión

Actualidad del Estado

No intento que estas reflexiones sean un análisis del Estado como entidad jurídico-política. Tampoco pretendo dar una visión histórica de su evolución desde los imperios antiguos, como China o Roma, o los reinos medievales, hasta su formulación actual en la Unión Europea, y en nuestro mundo en general, pasando principalmente por el modelo surgido de la paz de Westfalia (1648), que marcó su estructura hasta hace muy pocos años.

Propongo únicamente mostrar hechos que ocurren a diario y que cuestionan permanentemente las afirmaciones tan comunes de que “los estados están en vías de superación”, si no ya claramente superados. O que dicen que reivindicar un Estado propio hoy en día para Navarra, Escocia o Cataluña es un anacronismo. Ya estamos en Europa, nos cuentan, y ahí ya está todo solucionado. Todos somos europeos, y punto. Pienso que todas esas afirmaciones responden únicamente al interés de quienes las expresan por ocultar los problemas reales, vendiendo realmente una mercancía averiada.

Voy a contar anécdotas personales, ocurridas directamente a quien suscribe o a personas de su círculo más próximo. La última, muy reciente. Hace pocos días buscaba un libro del que dispongo la referencia y, a través del dios Google, lo descubro editado en el Estado francés y con disponibilidad a través de una cadena de gran alcance, como es FNAC. Acudo a su “delegación” más próxima para mí, en Donostia, donde me reconocen tanto su existencia como su disponibilidad en “Francia”, pero me dicen que no pueden hacer nada por mí, que tengo que pasar esa frontera, que algunos describen como irrelevante u obsoleta, y acceder al FNAC de Baiona a comprarlo. Todo es Europa, ya no hay fronteras, nos enseñan.

Contrato una línea ADSL para acceder a Internet a través de banda ancha y el paquete ofrece gratis todas las llamadas de telefonía fija que la empresa correspondiente llama “nacionales”. Es decir, llamadas dentro del Estado español. Eso sí, si quiero llamar a Garazi, dentro de ese país, el nuestro, que ya no tiene mugas, todo es Europa según nos dicen algunos, tengo que pagar como llamada “internacional”.

Sigamos dentro del campo de la telefonía y vayamos a un campo más avanzado tecnológicamente, el de los móviles. Hay muchas compañías y, aparentemente, con competencia libre y tarifas con ofertas apetecibles. Pero, eso sí, siempre dentro de los límites territoriales de ese Estado ya obsoleto y extinguido, según nos cuentan. Si atravieso esa frontera inexistente, según algunos, me aparecen compañías diferentes, las ofertas que tenía contratadas ya no sirven, las tarifas, si he pasado de sur a norte, para hablar con mis amigos de Iruñea se disparan y, para colmo, si me llaman ellos y acepto la llamada, la parte correspondiente a lo que ellos llaman tramo “internacional” me corresponde pagar a mí. Las telecomunicaciones han roto desde hace mucho tiempo las barreras nacionales, estamos en un mundo globalizado, Europa es un espacio económico, social y político. ¿No suena a broma pesada?

Pero hay más. Estoy de excursión por Donibane Lohitzun y vuelvo a Donostia, sintonizo en la radio del coche un magnífico programa de jazz en una emisora obviamente francesa. Atravieso esa línea fronteriza inexistente y, de repente ¡plaf!, nada más avanzar doscientos metros, en la misma frecuencia me encuentro escuchando una espantosa horterada hispana o al mismísimo Jiménez Losantos. Vale, de acuerdo, las fronteras son algo del pasado, muerto y sepultado.

Ante la imparable ascensión de la TDT y la casi inmediata desaparición de la TV analógica, he estrenado mi flamante televisión digital. Puedo sintonizar una cantidad innumerable, y en la mayor parte de los casos inútil, de canales españoles. Pero hoy es el día en que, vía digital, no puedo sintonizar ningún canal francés. La radio y la televisión en la época digital tampoco tienen mugas, pero parece que existe algo, que nos insisten que no tiene ya valor y que está superado, que me impide ver las televisiones digitales francesas desde mi casa.

Como antes he comentado, tengo contratada una línea ADSL para acceso a la red, pero el proveedor tiene su sede en “España” y todos sus competidores son, curiosamente, también españoles. No puedo acceder, en un sistema teóricamente de libertad de mercado y sin fronteras, a un contrato para acceder a Internet a otros proveedores también europeos, por lo menos teóricamente. Con el consiguiente castigo para mi bolsillo.

Podría continuar con muchos otros aspectos, mucho más relevantes, de la realidad cotidiana y, por lo mismo, más fácilmente perceptibles. Se puede comenzar por los idiomas oficiales, que son los preferentemente utilizados en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana y en los medios de comunicación, en la educación, a nivel superior sobre todo, y seguir por los imaginarios y referencias colectivas que, cuando se traspasa esa “delgada línea” inexistente o a punto de desaparecer, pero obsoleta siempre según algunos, provocan un cambio de tal calibre que parece imposible de explicar si todo eso que nos cuentan fuera cierto.