Opinión

¡A su bola, a su santa voluntad!

Después de escuchar el pasado debate sobre Cataluña, me quedé perplejo. A los argumentos expuestos por los constitucionalistas, les respondían los antiespañoles con absoluta desfachatez, siempre desde el mantra, que repiten machaconamente, insistiendo en que si hay voluntad política ¡Todo se puede cambiar¡ ¡Todo se puede negociar¡ y ponen el ejemplo en cómo el acuerdo del PP y PSOE, introdujo en la constitución, el rechazo de déficit presupuestario, que exigió Bruselas.

Cómo es posible escuchar el mismo debate y sacar conclusiones tan dispares, bien se sea independentista o constitucionalista. La clave está, en la extensión del pensamiento relativista, que nos invade, del que muchos constitucionalistas, también participan. La ruptura cultural se produjo en Mayo del 68, con el movimiento norteamericano de los setenta, que introdujeron nuevas ideas, que se extendieron por occidente, y hoy son el humus, en el que se alimenta el relativismo.

Hace muchos años, que se ha abandonado lo racional: ¡Yo defino mi sexo como quiero! ¡Nací varón pero me siento mujer¡ y ¡Tengo derecho a las operaciones necesarias para que satisfaga mi sentimiento! ¡Me defino cómo quiero y los demás deben aceptarme! ¡Tengo el derecho a decidir con mi cuerpo, lo que quiero y no me importa ninguna limitación ni legal, ni moral! ¡Eso sí! todo subvencionado y pagado por todos.

Un pensamiento “curioso” está detrás de las propuestas independentistas, se presentan como demócratas, ellos tan solo quieren votar, y los demás se lo queremos impedir (fascistas). Nos proponen que rompamos con la esencia de la democracia: donde hay que respetar a las minorías, pero también a las mayorías, todos sometidos a las leyes. Estos peculiares ciudadanos, piensan que lo central es su VOLUNTAD, dicen que sin su Independencia no son nada, para ello han propagado mentiras y retorcido los poderes autonómicos. Venden sentimentalmente que sin manejar todos “sus” recursos no pueden ayudar (privilegiar) a sus ciudadanos. Los que no se sienten, ni se declaran independentistas son “malos” ciudadanos. No les importa incumplir las sentencias que no les gustan. Dicen que ellos conducirán a los suyos hacia una Arcadia feliz, por un camino esplendoroso, ocultando o minimizando las dificultades reales.

Ricardo Guelbenzu Morte

Hoy proliferan líderes populistas, que intentan cambiar la realidad que no les gusta, apostando por un mundo irreal. No importándoles que su ideología aplaste las libertades individuales de los demás: derecho a estudiar en lengua materna, etc. Cambian el lenguaje, para dulcificar sus propuestas, ante los incautos. Todo lo malo se debe a factores externos, como si se tratase de una plaga o de mal tiempo, niegan cualquier responsabilidad personal en los incumplimientos o desastres, fomentan así el relativismo moral. Apoyan la capacidad de afirmar y hacer lo que a cada uno, en cada momento, le venga mejor. Eluden cualquier referencia a la verdad de las cosas, que parece que no existe o que esta es mudable, dependiendo en cada momento de las circunstancias.

Ni nosotros, ni nadie puede decir que “es de día, cuando es de noche”, toda ley se debe apoyar en un consenso social básico, preconstitucional: que antes se llamaba “ley natural”, pero que está en la base de todas las civilizaciones, y en la base de nuestra civilización occidental, no matar, no robar, no mentir, separación de poderes, derechos humanos, etc. Ahora parece que el positivismo relativista, hace que sea la ley la que decida lo que es bueno o malo, al margen de las ideas de la mayoría social, sustentadas por generaciones anteriores. Hoy en España, se descalifica sistemáticamente a la Transición, unos apuestan por un cambio constitucional, hacia un modelo más federal (sic), y otros por la independencia de buen rollito, a cucharaditas. Hace 35 años no osaron soñar con una situación como la actual, pero hoy no se paran en barras, y siguen con la milonga de exagerar las diferencias, buscando agravios donde no los hay, y pretenden caminar hacia una independencia, apoyada y pagada por los demás.