Opinión

La Discriminación contra los no vacunados es éticamente nefasta y científicamente incoherente

Esto es totalmente inaceptable desde una perspectiva ética.

Navarra exigirá el certificado de vacunación para determinadas actividades como acudir a restaurantes y eventos o disfrutar del ocio nocturno, salvo que la Justicia lo frene. El Gobierno Foral va a pedir ya el aval jurídico del Tribunal Superior de Justicia de Navarra y las restricciones para los no vacunados comenzarían, si dicho Tribunal no lo impide, el fin de semana que viene.

El mantra constante de las autoridades públicas es que los casos de Covid están aumentando debido a los rebeldes recalcitrantes que se niegan a vacunarse. Son los no vacunados, supuestamente, quienes están llenando nuestros hospitales. Se nos dice que los no vacunados están poniendo en peligro la vida de sus conciudadanos por su irresponsabilidad y, en consecuencia, han perdido el derecho a llevar una vida normal y a ser tratados como iguales en la plaza pública.

Hay tres problemas con esta narrativa: Primero, es una simplificación engañosa sugerir que “los no vacunados”, como grupo, son los únicos o principales responsables de las hospitalizaciones por Covid. Ahora sabemos que un número significativo de personas vacunadas transmiten el virus y son hospitalizadas con él.

Según los datos oficiales recopilados por la Agencia de Seguridad Sanitaria (Health Security Agency) del Reino Unido, las tasas de casos detectadas recientemente entre los mayores de 30 años que están vacunados son sustancialmente más altas que entre sus homólogos no vacunados. Si bien esto no se basa en pruebas aleatorias, muestra que los vacunados probablemente no tengan una tasa mucho más baja de infección y transmisión de Covid que los no vacunados. 

Incluso si las tasas de hospitalización y/o infección fueran más altas entre los no vacunados en conjunto, tratar a los no vacunados como una cohorte uniforme no tiene sentido desde una perspectiva médica, dado que el riesgo de Covid es extremadamente sesgado por edad y salud, con las personas mayores literalmente miles de veces más susceptibles a ser hospitalizadas que los niños. Y las personas con problemas de salud subyacentes muchísimo más susceptibles a requerir hospitalización que las personas de buena salud.  

En estas circunstancias, decir que “los no vacunados”, como colectivo, están aumentando la presión sobre nuestros hospitales, es como decir que los hombres mayores de 60 años están llenando nuestros hospitales. Si bien agregando todos los grupos que componen los no vacunados o todos los hombres mayores de 60 años, podríamos encontrar que estas cohortes genéricas contribuyen más a las hospitalizaciones que otras, este tipo de estadística agregada oculta una inmensa diversidad de tipos de casos dentro de ella. 

Inferir de una comparación tan bruta que todos los hombres mayores de 60 años o todas las personas no vacunadas son igualmente susceptibles a la hospitalización, sería un despropósito.

En segundo lugar, incluso si pudiéramos reducir los niveles de casos mediante la introducción de alguna forma de segregación médica, esto es totalmente inaceptable desde una perspectiva ética.

Hay ciertas cosas que simplemente no se deben hacer, incluso si parecen convenientes para resolver un problema inmediato. Uno es obligar a la gente a medicarse contra su voluntad; otra es tratar a las personas como parias sociales porque no aprobamos sus decisiones personales de salud.

Hace sólo unas pocas generaciones se cometieron atrocidades en sociedades que estaban impregnadas de una retórica sectaria y excluyente del tipo que ahora vemos dirigida a los no vacunados. Nunca deberíamos olvidar lo que significó en la Alemania de los años treinta marcar a los judíos como "el enemigo interno" y cómo fueron despojados de sus derechos en nombre de la salud y prosperidad de la mayoría de los alemanes.

En tercer lugar, si la enorme presión que se ejerce sobre los ciudadanos para que se vacunen fuera motivada por un sincero deseo de minimizar la incidencia de enfermedad y hospitalización, entonces no tendríamos motivos para exiliar a los no vacunados recuperados de Covid de la vida social, dado que constituyen la cohorte con menos probabilidades de reinfectarse o transmitir el SARS-CoV-2.

De hecho, según un importante estudio israelí de agosto 2021 las personas recuperadas de Covid tienen 13 veces menos probabilidades de volver a infectarse con el SARS-CoV-2 que las personas vacunadas que no han estado previamente expuestas a la enfermedad. Sin embargo, los no vacunados recuperados de Covid siguen siendo excluidos de ámbitos públicos por los pases de vacunación.

Por lo tanto, los pases de vacunación no sirven para minimizar la transmisión de enfermedades ni maximizar la inmunidad de la población, sino para obligar a todos los miembros elegibles de la población a vacunarse, independientemente de su nivel de inmunidad preexistente.

¿Por qué se obligaría a las personas recuperadas de Covid a someterse a una terapia diseñada para mejorar su inmunidad cuando pertenecen a una cohorte que ya tiene un nivel de inmunidad sustancialmente más alto, en promedio, que la población vacunada no recuperada por Covid?

Dejaré que el lector saque sus propias conclusiones. Pero nunca debemos olvidar que una industria de miles de millones de dólares tiene un interés económico muy importante en el desenlace de esta historia.

David Thunder es investigador Ramón y Cajal de filosofía política.