Opinión

Déjà vu

Ruido. Vuelve a sonar un ruido de fondo que se torna un tanto familiar, el ruido de los titulares que hablan sobre rebrotes, que se entremezcla con la deseada libertad y las ganas de disfrutar de las esperadas vacaciones. Pero como el experto en estadística Nate Silver nos recuerda, tenemos que aprender a distinguir las señales del ruido. Y ahí están las estadísticas que aporta el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES): el 19 de agosto habían fallecido 131 personas en los últimos 7 días, frente a las 12  contabilizadas el mismo periodo el 22 de julio. Esto es, diez veces más de personas muertas por la Covid-19 que hace un mes.

Lamentablemente, el ruido de las copas, el griterío en los bares y playas no es lo único que se escucha en nuestro país, pues ahora parece que hay gente que sale a las calles a protestar contra el uso de la mascarilla, llegando a negar la existencia propia del virus. No los culpo. Es difícil no perder la noción de la realidad con personajes al frente como Fernando Simón, ese mismo hombre que en esta situación tan complicada pasa sus vacaciones en Portugal, y otro día nos habla de la ya inexistente Unión Soviética (siempre y cuando no se atragante con una almendra). Tan entrañable siempre con sus gracias, mientras la mitad de la economía española se hunde en una de las mayores crisis que hemos experimentado nunca (hasta un -18,5% del PIB en el segundo trimestre según el INE).

Pero tampoco hay que culpar a Simón, al fin y al cabo le gusta surfear, incluso cuando estemos en la cresta de esta segunda ola será capaz de entre sonrisas negar la mayor. Quizás a personas tan “cualificadas”, nuestros políticos deberían enseñarles que “dimitir” tampoco es un nombre ruso, aunque es posible que durante estas vacaciones se les haya olvidado. Es normal tienen derecho a disfrutarlas igual que el resto de españoles que han perdido a sus familiares, su trabajo, su empresa, etc.

Un momento, ¿lo oyen? es el silencio. El silencio de esa oposición que hay al final del parlamento. Mientras ellos callan los grandes medios de comunicación señalan, cual dedo inquisidor a buscar el chivo expiatorio, esa cabeza de turco que aglutine el peso de la culpa de no haber gestionado adecuadamente la crisis. Ahora el gobierno ya no puede negar el conocimiento del crimen, lo que los convierte en negligentes, ahora hay que buscar culpables. Evidentemente no iban a ser culpables los temporeros de Aragón y Cataluña (lo políticamente correcto nos libre de estigmatizar a la población en función de su procedencia, para hacerlo en función de la edad, siempre hay tiempo), ni los turistas extranjeros que entraban por nuestras fronteras sin pasar test previo (porque ya se sabe que el virus “no tiene fronteras”, salvo si te confinan en tu casa, en tu pueblo o en tu provincia). Estaba claro que no España no es país para viejos, pero desde hace tiempo sabemos que tampoco lo es para los jóvenes, “esos niñatos irresponsables”.

En definitiva, ¿tan difícil es seguir las recetas de otros países? ¿O es qué no tienen jóvenes ya en Italia, Grecia, Alemania, etc.?, ¿y los deberes para “la vuelta al cole”?, ¿los dejamos para el final como todo? Quizás entre este esperpéntico ruido va a resultar que la señal del gobierno funciona adecuadamente transmitiendo sus órdenes, sin que nadie cuestione sus actuaciones. 

En recuerdo de los que no están, de los que sufrieron y están sufriendo las consecuencias, por favor, no volvamos a la pesadilla.