Opinión

Los precios de las mascarillas y el mercado

“No es fácil para una comunidad libre organizarse para la guerra” decía Keynes. La pandemia es una guerra contra el virus. En estos casos de emergencia sanitaria es necesario que se cubran las necesidades sanitarias por delante de la libertad de mercado. Durante el confinamiento vimos cómo unos países arrebataban a otros los bienes escasos (mascarillas, test, respiradores…). Algunos iban a China con dinero en mano y se llevaban nuestras compras pagadas a plazo. No entraré en la mala gestión de aquellos días, ni de los regates a vueltas con el IVA, a mí me interesa exponer qué pasa cuando se confiscan bienes y se imponen limitaciones al mercado. Qué podemos aprender de esto y cómo puede hacerse de forma más eficiente. 

El control de precios y bienes no parece mala idea. La demanda de mascarillas se disparó al principio y los precios se triplicaron. Las empresas prefieren subir precios a aumentar las ventas. Son situaciones de extrema gravedad que requieren medidas coercitivas urgentes. El gobierno actúa expropiando, obligando a empresas a producir el bien e imponiendo precios máximos. A corto plazo todo solucionado. El político presenta sus medidas en televisión y la sociedad duerme tranquila. Pero, pronto empieza a verse que no se ha solucionado el problema. Lo primero que pasa es que aquellas empresas fabricantes o importadoras a las que se les ha expropiado, cambian de productos. ¿quién va a seguir trabajando en algo que te puede confiscar el gobierno? Solo la beneficencia. Las empresas están obligadas a vender sus productos para poder sobrevivir. 

Cuando se impuso el precio máximo de las mascarillas (0.96€, con el IVA al 21%) algunos economistas escribieron a cerca del próximo desabastecimiento del mercado. La historia tiene múltiples ejemplos desde los emperadores romanos hasta la Venezuela actual. Pero no, esta vez no pasó. En mi opinión porque el precio que impusieron era demasiado alto. El precio máximo evitó a corto plazo esa inflación pandémica.  Hace ya unos meses que en muchos supermercados se puede comprar por menos de la mitad y en internet a precios muy inferiores. Si el gobierno no hubiera hecho nada probablemente este proceso se habría producido igualmente, pero quizás de forma más rápida. El consumidor se queda en su cabeza con el precio máximo y como dice un amigo vendedor, puestos los máximos puestos los mínimos. Así que todas las mascarillas a 0.96€.

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) defiende la competencia en los mercados de nuestro país imponiendo multas y sanciones a las prácticas empresariales que limiten la competencia. La verdadera política social es fomentar la competencia porque favorece la aparición de nuevos productores con más variedad de productos y precios más bajos. Los ricos pueden pagar los precios que imponga un monopolista, pero los pobres no. La CNMC debe vigilar si ha habido abusos por posición dominante de mercado de algunas empresas y multarlas en la cuantía adecuada para desincentivar que vuelva a suceder. Quizá una aparición en los medios de nuestros gobernantes avisando de fuertes sanciones a los infractores podría haber desanimado a este tipo de prácticas. 

Después de la segunda guerra mundial Alemania sufría una terrible inflación. Para corregirla impusieron un gran número de precios máximos. Se impuso la cartilla de racionamiento (como en nuestra postguerra). Los mercados estaban desabastecidos, funcionaban distintos mercados negros, estraperlistas, robos de almacenes, sobornos a los funcionarios, etc. El ministro de finanzas Ludwig Erkhart pidió a los aliados que le dejaran promulgar una ley para liberalizar el mercado y anular todos los precios máximos. Al poco tiempo empezaron a llegar productos a los mercados y se estabilizó la economía. Fue el comienzo del milagro alemán. 

Recientemente, Unidas Podemos, ha propuesto reimplantar una renta antigua similar a la que creó Franco en los años 60 para limitar los precios de los alquileres de viviendas. Desde aquí les pido que recapaciten. Aquella fue una ley que destrozó el mercado del alquiler en nuestro país hasta que fue derogada por el ministro Boyer en los años 80. ¿De verdad alguien cree que limitar los precios va a ser la solución?  

Carlos Medrano Sola es economista en www.eximiaconsultores.com