Opinión

Corrección política

A principios del siglo XX ya lo decía  G. K. Chesterton, "Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada por afirmar que la hierba es verde" Nos avisó que llegaría un tiempo en que lo racional y lo obvio valdría muy poco, sólo se defenderían las estupideces de los nuevos dogmas. El mundo desarrollado se construyo gracias a sociedades basadas en los principios clásicos y en el cristianismo. Aquí se fundo la democracia, se separó la Iglesia y el Estado, se desarrollo la emancipación de la mujer, se desarrollaron las universidades (ciencias y  la tecnología), la industrialización –con muchos años de fracasos y de búsqueda de la superación de  guerras y dificultades- pero su resultado es que hoy son las mejores sociedades donde vivir.

Pues hoy nuestros progresistas ven estas sociedades como el origen de todo mal, han articulado unas teorías peregrinas que les empujan a trabajar contra la mayoría de la población, a la que clasifican con variopintos insultos. Su sentido de la justicia es proteger a minorías, aun a costa de discriminar a la mayoría. No buscan la igualdad involucrando a todos, sino que apoyan la discriminación positiva como medio de “reparación histórica” con lo que tienen que abandonar toda razón y solo apoyarse en una rara emoción, en un particular sentimiento.

El imperio Netflix está todo el día impartiendo doctrina, proponiendo películas y series en general bien elaboradas y promocionadas dentro de la más absoluta ¡corrección política!, en todas se nota el apoyo a la Ideología de género, presentan lesbianas y homosexuales guapos, simpáticos, con glamour con mucho glamour, intentando “normalizar” de manera adoctrinadora y sesgada una idílica realidad que no está tan normaliza y ni generalizada. Todos estamos por el respeto a las minorías, pero no estamos por el atosigamiento y menosprecio a los que no somos componentes de esas minorías.

Cada día caen en el desprestigio, como es el caso de la exitosa serie inglesa Bridgerton que es un buen producto que describe la situación de la aristocracia en la Inglaterra del siglo XVIII. Para ocultar una realidad marcada entre otras cosas por el racismo y esclavismo de la sociedad inglesa, se inventa una realidad nueva ¡con un par!, políticamente correcta para que el público al que se dirige hoy la pueda “digerir”. ¿Cómo cambia la realidad? Sencillo, haciendo que desde la reina hasta casi la mitad de los protagonistas sean representados por actores de raza negra. Casi toda la crítica ha ocultado semejante dislate. Las críticas se limitan a elogiar los cuidados escenarios, los preciosos e impecables vestuarios, y que los actores son guapísimos y con oficio, con escenas descarnadas de sexo todo muy “correcto”. Todo muy ok con los nuevos vientos del género. Una representación de ocultación deliberada del racismo inglés de la época.

Todo pensado para que los nuevos ingleses de raza negra miren mejor el pasado de su actual anfitriona. Así que no extraña la solicitud de un asesor en minorías para estudiar el comportamiento de la Casa Real inglesa después de que Harry y Meghan les hayan acusado de racistas.