Opinión

Obligación a hablar

“Dios mio”, “dios mio”, ¿cómo puede ser esto? ¿se entiende bien? ¿no? Es castellano, español mayormente, y representa la misma exclamación para dar a entender lo absurdo dentro de lo absurdo. El grado de insensatez y demagogia política ha llegado a su punto álgido, con la petición por parte de algún partido político, de la obligación de (usar,saber,priorizar) un determinado lenguaje a la hora tanto de atender, como para practicar la sanidad. Es de sentido común, pensar que un médico se debe a su trabajo como tal, y no a qué idioma usa, ni qué ideologías tiene en cualquier sentido. Lo peor es pensar, que hay personas que dirigen partidos incluso son líderes de masas sociales que apoyan y promueven estas propuestas.

Han  cruzado la barrera de la estupidez obligada, del dar que hablar para que se me escuche. ¿Cómo se le puede decir a un cirujano? Que en su técnica tiene 9 sobre 10 va a ser superado por uno que técnicamente es inferior solo porque habla catalán. Es increíble, pero a la vez muy peligroso ya que lógicamente estos buenos profesionales emigrarán a otras comunidades más sensatas. En Navarra pasa lo mismo con el euskera, y pronto tendrá repercusiones. Las imposiciones del sinsentido son eso sin sentidos.

Las personas de a pie, los ciudadanos que damos vida a la estructura funcionarial, queremos ser atendidos por buenos profesionales y generalmente no se profundiza lo suficiente como para saber sus pensamientos, o ideologías políticas. Cómo han reivindicado los colectivos afectados, el saber un idioma autonómico podría ser un punto más, pero nunca una obligación. El problema debe de estar, en que ciertas personas o colectivos para estar en el candelero ya no saben qué hacer y no todo vale para estar al frente de los fustradores de cualquier estado de bienestar contrastado.

La vida en su largo transcurrir, es escenario de los cambios más importantes sobre el propio ser humano. Lo que hoy es malo, mañana dependiendo del grado de afectación sobre la persona, puede ser lo mejor. Esa capacidad de revolución interior es la única que puede poner solución a muchos de los conflictos hoy generados. El poder político nunca debería afectar a competencias tan directamente importantes como sanidad, educación, y policía. Los consejos y consejeros de las mesas profesionales que vigilan y regulan estas materias, son las que tienen el conocimiento de que, y como se debe de impartir, estas competencias. El ciclo político, la mayoría de las veces se vuelve partidista hacia sus propios intereses, mantener la intención de voto, o pretensiones más cercanas, como las que vemos a diario... Creo que cada profesional debe hacer su trabajo como lo hace, lo mejor posible, al margen del idioma que use.