¿Qué nos impulsa a combatir lo que no nos gusta o es contrario a nuestro sentido racional de lo que está bien o mal? El ser humano es más humano que nunca, ya que está en una lucha constante para defender y promover aquellos parámetros que le estimulan y le hacen valorarse como “ente único” ante sí mismo, y los demás. El análisis cotidiano del mar de información que nos rodea de alguna manera fortalece e impulsa nuestro deseo de pensar y opinar. El resultado de la comparativa, entre lo que vemos y oímos todos los días y nuestra percepción de cómo deben de ser esas cosas, es evidentemente y por desgracia negativo. ¿Como dar un voto de confianza a aquello interiormente rechazamos? Esta reflexión es demasiado profunda tanto en solución como aprendizaje y de ella se devengarían aspectos fundamentales de la propia existencia humana.
Quizás, solo quizás la respuesta es mucho más simple, abrazar lo que queremos, ser humildes en la plenitud de esta palabra. Desechar aquellas cosas que pueden o van a destruir nuestra capacidad creativa, comportarnos como personas libres de ataduras morales, no sentimentales. El sentimiento motor incombustible de la reacción psicohumana estando capacitados para cambiar las ordenes en nuestro cerebro de un extremo a otro opuesto radicalmente, en un momento dado. Soldados de nuestros propios deseos y mercenarios a veces de jugar, con los de otros.
Vivimos tiempos de controversia interior, debemos buscar el camino para apaciguar nuestro otro yo, aquel que nos lleva a luchar por aquello que no queremos para nosotros, ni para nadie, dentro de una solidaridad un poco egoísta. Uno de los pilares básicos de la estructura informativa que nos rodea es la confianza, confianza para creer, para esperar, para decidir, en definitiva, algo por pequeño que sea, que muestre un grado de afinidad con nuestros sentimientos o pensamientos. A veces necesitamos limpiarnos de carga negativa para volver a encontrar nuestro camino aquel que nos lleva a ser, lo que de verdad somos “seres humanos”.