Opinión

Por la libertad de prensa

“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, / porque yo no era comunista. / Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, / guardé silencio, / porque yo no era socialdemócrata. / Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, / no protesté, / porque yo no era sindicalista. / Cuando vinieron a buscar a los judíos, / no pronuncié palabra, / porque yo no era judío. / Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, / no había nadie más que pudiera protestar”.

El pastor Martin Niemöller, su autor (le suministro esta información por si la desconocía usted, atento y desocupado lector, sea hembra o varón; si ya la conocía, acaso le sirva de refuerzo, para no olvidarla; si le molesta releerla, le pido disculpas por la reiteración), declamó el poema que obra en el párrafo anterior por primera vez en un sermón que pronunció en la Semana Santa de 1946 en la población alemana de Kaiserlautern y tituló así, “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”, en referencia a la notoria banalización del mal que había exhibido el grueso de la ciudadanía alemana cuando empezaron a conocerse los crímenes bárbaros que estaban cometiendo entonces con crueldad manifiesta los nazis en los campos de concentración.

Como cada (o todo) quisque sabe (si no lo sabe, lo debería saber, para poder obrar luego en consecuencia), en un país hecho y derecho, en un Estado de derecho, en una democracia (aunque sea manifiestamente mejorable o perfectible) como España, su calidad y su calidez (ardor) democráticas se cuentan, miden y pesan tomando en consideración varias variables, entre ellas, el respeto que se dispensa o tributa a la libertad de prensa.

Este menda, como persona que es, entiende que ser plenamente libre es una aspiración (y hasta un deber) de todo ciudadano; como funge o trabaja de aprendiz de ruiseñor, de todo poeta. Así que, continuando con el razonamiento de dicha tesis, infiere que tres cuartos de lo mismo cabría aducir quien sea informador de todo periodista; y otro tanto decir de cualesquiera medios de comunicación. Ergo, podría seguir con que lo propio sería posible argumentar de los partidos políticos con representación en el Parlamento español. Ahora bien, eso, que es, sin hesitación ni objeción alguna, un desafío lícito al que no conviene poner trabas para llegar a alcanzarlo cuanto antes, para el partido que dirige Pablo Iglesias no está tan claro.

Unidos Podemos, por lo que ha llegado a mis oídos y mis ojos, colocó bien visible, sobre su logo o marca registrada, el cartel de “Reservado el derecho de admisión”, que había y uno pudo leer otrora en algunos bares selectos, al vetar a seis medios de comunicación (El IndependienteEl PaísEl Periódico de Catalunyala SerOk Diario y Voz Pópuli) libres (de mandar o no un periodista a cubrir el susodicho acto) a un desayuno en el que iban a ser presentadas/os las/os nuevas/os portavoces estatales de la formación morada. El asunto es más grave de lo que a simple vista puede parecer. Si Podemos quiere pasar el tamiz de ser tenido por la ciudadanía (la que le vota y la que no le vota) como un partido con clara y verdadera vocación de gobernar algún día este país, debería evitar caer en errores de esta laya, ya que con cada nueva metedura de pata que cometen vuelan (se esfuman o restan figuradas sacas, sí, pero que contienen miles de votos verosímiles, posibles). Y es que el control o las riendas del Estado no se puede/n dejar en determinadas manos, y menos si han dado visos y avisos de que pueden devenir totalitarias.

Si Podemos y Pablo Iglesias tratan de esta guisa (el agravio comparativo es evidente) al medio discrepante de su credo, al diario disidente de su ideario, da miedo, pero mucho, pensar qué podrían hacer uno y otro si llegan a ostentar (mi deseo es que, mientras no corrijan comportamientos de este jaez, no) el poder ejecutivo. No sé qué ve usted, atento y desocupado lector (sea ella o él), en ello, pero yo quipo en la medida, inicua a todas las luces, un inconcuso chantaje a las libertades de prensa y expresión. No obstante, me gusta añadir y admitir lo peculiar en mí (algo que no suelo leer en otras/os), que puedo estar equivocado.

Como concuerdo con cuantas/os suelen llamar al pan, pan y al vino, vino, o quien otrora sostuvo esto (“Si la información es un derecho, en la medida en que un derecho se convierte en susceptible de mercantilización, en susceptible de ser una propiedad privada, se convierte en un privilegio. Por lo tanto, lo que ataca la libertad de expresión es que la mayor parte de los medios sean privados. Incluso que existan medios privados ataca la libertad de expresión. Hay que decirlo abiertamente. ¿Por qué esto de tener medios va a ser un privilegio de los ricos, que solamente tengan medios de comunicación los multimillonarios? Si alguien los tiene que tener, tiene que estar controlado por una cosa que se llama Estado, con todas sus contradicciones, pero que es representativo en última instancia de la voluntad popular”), él, el mandamás de Podemos (espero y deseo que no tome Pablo Iglesias este párrafo por uno de sus mandobles orales, que tanto gusta repartir a diestro y siniestro), deja de mantener tal sofisma o difícilmente será votado por mí. Sí; es solo un voto, pero (echaré mano de un argumento que, en época preelectoral sobre todo, suele venirle mucho a la mui a uno de mis heterónimos y amigos, Emilio González, “Metomentodo”) unas elecciones se empiezan a ganar con un voto y pueden ganarse, ciertamente, por un solo voto.

La altura y la envergadura de un político empiezan a valorarse contando, midiendo y pesando cómo y cuánto ha contribuido a que la sociedad que deja sea, de modo efectivo, más empática, libre, respetuosa y solidaria, de lo que lo era cuando él llegó al cargo. De momento, Iglesias debe pulirse, enmendar cuanto chirría en su ideario y corregir comportamientos que no tienen un pase.

Como colofón, a modo de epítome, he trenzado los diez versos que componen la décima que he titulado “¿Quién ha vetado a seis medios?”:

Podemos ha despreciado / La de prensa libertad. / ¿Es mentira o es verdad / Que a seis medios ha vetado? / ¿No ve/s normal que al morado / Partido más cardenales / Le salgan, fenomenales, / Y a sus ene portavoces, / Que expertas/os son en dar coces, / Las/os acusen de parciales?

  Nota bene

Ah, por cierto, olvidábaseme apuntar (para apuntalar todo lo anterior) que produce un bochorno absoluto adoptar un código ético (y estético) para, a las primeras de cambio, a renglón seguido, mediante añagazas o subterfugios, dejar de cumplirlo; esto es, dejar al susodicho código en feo, al quedar este en agua de borrajas o cerrajas. Y es que, como dejó escrito en letras de molde Jean-François Paul de Gondi, más conocido como el Cardenal de Retz, en una frase erróneamente atribuida a Georg Christoph Lichtenberg, “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.