Opinión

La mujer del momento se llama Iris

Iris es el nombre de la mujer del momento, quien, sin pretenderlo, ha logrado un milagro, que todos los mass media, sin excepción, se la disputen, a fin de poder tenerla en exclusiva durante unos minutos y entrevistarla. Ella insiste en iterar, interviú tras interviú, el mismo argumento, que no es escritora, que ese es un bulo que, durante una charla amistosa, en medio de una respuesta rebosante de coña, ironía o sarcasmo, osó airear en público su amigo Otramotro, a quien toma como ejemplo literario e intenta remedar (a veces, burlándose de él, sí) y, desde entonces, circula la bola por ahí sin que nadie se haya atrevido a pararle los pies (“a pararla con los pies”, suele decir ella).

A sus 43 primaveras (puede que tenga más, pero también menos), se conserva estupendamente y no se casa con nadie. Por cierto, hay quien asevera, poniéndose severa, que estuvo casada y que se divorció para llevarle la contraria a quien dejó de ser, poco tiempo después, su amiga más íntima (pues, a los dos meses justos, esta se casó con su ex), que se apostó con ella doble contra sencillo a que no tenía los ovarios de divorciarse.

Sé, de buena tinta, que un periodista free lance (mi sobrino Íker) ha estado haciendo acopio de las anécdotas (de todo jaez) que le han acaecido a Iris en el último año, desde que publicó (ella siempre dice “le publicaron”) su segunda novela “(Yo seré) la más dulce prenda de Ángel” y su mendaz amigo (común con otros, entre ellos, con este menda) Otramotro el poemario que tituló “No te temo, Iris; no eres Herodías”.

La intención de Íker es ponerse cuanto antes a escribir un libro contando el grueso de las historias que le han ocurrido a quien se ha convertido, sin buscarlo o quererlo, en un cómodo icono inconcuso de la más rabiosa actualidad literaria española.

De todas las que ha recogido, dos han sido las que más me han llamado la atención. Primera (acaso sea la que más prestigio le ha otorgado); en una entrevista recordó una frase lapidaria del premio Nobel de Física Albert Einstein, con la que abundaba ella (y coincide servidor), al cien(to) por cien(to): “Para castigarme por mi falta de respeto a la autoridad, el destino me ha convertido en una autoridad”. Segunda; la mayor parte del dinero que ha ganado por la venta de ejemplares de su segunda novela, que va por la no(ve)na edición, la dedicará a crear una fundación que, si otro premio Nobel, este de Literatura, Mario Vargas Llosa (al que ha escrito, solicitándole el preceptivo permiso), no pone objeción, se llamará como uno de sus ensayos más leídos, “La verdad de las mentiras”, que se dedicará al abnegado menester de enseñar a leer a quienes deseen aprender a hacerlo y lo soliciten.

A mí me entró por los ojos Iris cuando, en medio de una de las primeras conferencias de prensa que concedió, con absoluto desparpajo, le contestó a la periodista que le había preguntado (quizá con mala intención, ganas de pillarle o dejarla en fuera de juego o en paños menores, pero puede que esté equivocado) si recordaba alguna frase de Mae West, dándole la vuelta a una, mi preferida de las proferidas por la actriz, así: “Cuando finjo ser mala, soy estupenda, pero, cuando funjo de buena, soy la mejor”.

Confío, deseo y espero que mi sobrino Íker no se enfade conmigo y entienda lo que conviene, que, al trenzar los párrafos de este artículo de opinión, lo único que he pretendido ha sido promocionar el libro que se dispone a escribir él sobre Iris, la mujer del momento, que se ha hecho digna de un monumento (tras otro, tras otro, de su amigo Otramotro).

Emilio González, “Metomentodo”.