Opinión

Los hechos son los que son

Uno de los mejores maestros o profesores que tuve in illo tempore, en BUP, al final de mi adolescencia (que coincidió con el comienzo de mi juventud), solía acudir, apoyarse, aducir e iterar, sobre todo, dos coletillas: “y esto no tiene vuelta de hoja” y “aquí no hay trampa ni cartón”. Grosso modo, pretendía decirnos a sus alumnos atentos que los hechos, sagrados o no, fueron los que fueron; y las opiniones, respetables o no, son las que son.

Está claro que en nuestra cocina algo se ha quemado, porque el humo que ha salido por la puerta y la ventana de la misma eso indicaba, sin hesitación. Diré (urdiré) lo mismo con otras palabras: he constatado que en nuestro país, España, ha habido d(e-o)cenas y aun cientos de casos de corrupción, pero, no obstante ha prendido (ya es proverbial) la mecha de que aquí la justicia es lenta y se ha extendido dicha queja por cualquier rincón, el grueso de los mismos ya se ha judicializado o está en proceso de substanciarse o juzgarse. Ahora bien, aquí no pasa lo que sí ocurre en Venezuela, donde huele de continuo a demonio, a azufre, o sea, el gordo sigue estando tan orondo como siempre y son los demás los que adelgazan, porque la miseria, que circula por las calles, donde la ciudadanía protesta sin interrupción, un día sí y otro también, se siente, exhibe o deja ver una triple hambre: de dignidad, de justicia y de libertad.

Todos, en general, y cada uno, en particular, de los casos de corrupción habidos en el pasado más reciente en España me han producido un extenso enfado, una intensa indignación. Trenzaré más; aún me sigue provocando una profunda vergüenza que haya habido por estos lares tanto perverso (hembra o varón), agrupado o suelto, y tanto venal, venable o vendible (ídem), quiero decir, tantos sobornadores que han intentado y han conseguido o logrado corromper a cuantas/os se han avenido a ello a cambio de lo que fuera, malos comportamientos o conductas que han afectado a incontables miembros (ellas y ellos) de los diversos partidos políticos que han tenido responsabilidades de gobierno, municipal, autonómico o estatal, sobre todo, al PP, que es el que se lleva la palma o el triunfo de calle, por la cantidad y la calidad de los sujetos implicados en los susodichos. La Policía, la Guardia Civil, los fiscales y los jueces siguen haciendo su trabajo, limpiando de golfos las calles.

Habiendo dejado esto, que es lo precipuo o principal, claro, cristalino, por sentado, he de continuar trenzando, porque me preocupa mucho, muchísimo, lo que actualmente está acaeciendo al otro lado del charco, en el país hermano, Venezuela, donde el malo “amenazuela” con enquistarse en el poder de modo omnímodo.

Como son legión las personas que, al no ejercitar la memoria, gastan un músculo de los recuerdos de mosquito, me apresto a rememorarles los hechos que fueron, por si los han olvidado. Tal vez les ayude o sirva para entreabrir un poco más, al menos, los ojos. La secuencia de acontecimientos incontestables en Venezuela durante el año 2016, pasado, y el 2017, presente, es la siguiente: La oposición ganó las elecciones a la Asamblea Nacional con el 65,27% de los votos. Los partidos de la oposición promovieron un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro. Consiguieron reunir 1.800.000 firmas. Maduro decretó un nuevo estado de excepción y emergencia económica para derrocar un supuesto golpe de Estado (que, con el lento paso del tiempo, ha venido a dar él). El vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami, que ha sido acusado por la justicia norteamericana de estar involucrado en asuntos de narcotráfico, advirtió: no habrá referéndum revocatorio. El secretario general de la OEA , Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro, llamó “traidor” y “dictadorzuelo” al presidente Maduro. El expresidente uruguayo José Mujica motejó de “loco” a Maduro; e insistió en ello, al proclamar que estaba “como una cabra”. El Tribunal Supremo de Justicia despojó a la Asamblea Nacional de sus funciones. Estos fueron, uno detrás de otro, los hechos y son inobjetables, irrefutables.

A quien/es lanza/n vivas a la Revolución Bolivariana de Venezuela, me gustaría recordarle/s, asimismo, algunos de los éxitos económicos obtenidos por la “Robolución” habida en Malezuela, durante el trienio pasado, que han dejado deslumbradas/os a propias/os y extrañas/os, a buena (la mayor) parte de las/os responsables económicas/os de los países que en el universo (o) mundo son: decrecimiento al alza del PIB, inflación galopante (hasta alcanzar la mayor del orbe), pobreza general (el 73% de los hogares), asesinatos sin cuento,…

No sé a usted, atento y desocupado lector (sea ella o él), pero a mí me ha producido y me continúa provocando un bochorno sin par, parangón o comparación, recordar (pues aún siguen resonando en mis oídos) algunas cínicas declaraciones hechas por politicastros patrios, de tres al cuarto, sobre el anterior mandamás y el actual “mandamal” de ese oxímoron, ora acojonante, ora descojonante, que, habiendo llegado al callejón del gato, ha pasado, sin solución de continuidad, de mirarse en un espejo cóncavo a otro convexo (que lanza un hilarante beso), esto es, de ser una Venecia en pequeño a otra enorme, a lo grande.

Ángel Sáez García

Licenciado en Filología Hispánica