Opinión

Falta entusiasmo y sobra escepticismo

El mismo yerro itera el insensato.

Errare humanum est, sed perseverare diabolicum (“Errar es humano; pero perseverar —se sobreentiende, en el error— es diabólico”).

Locución latina, atribuida al cordobés Lucio Anneo Séneca.

Tras los comicios catalanes del 14-F y más de cien días de negociaciones (sensu stricto, de “me niego a coronar esas acciones hasta que se escuche tañer la campana que anuncie que el plazo expira y/o el tren se va”) entre las fuerzas ilusorias e independentistas, insensatas y soberanistas, de Esquerra Republicana de Catalunya y Junts per Catalunya, que han decidido sumar sus votos a los de la CUP para investir president de la Generalitat a Pere Aragonès, qué sensaciones, cabe preguntarse, quedan en el aire. Como no me hallo allí, sino aquí, para poder husmearlas in situ, me he armado de valor y me he atrevido a pulsar el parecer de tres excolegas de la Universidad (sí, ya sé; la encuesta es mínima, pero mejor que sea insignificante a ninguna, nula) a propósito del reciente hecho.

Considerando cuanto ya me constaba (y sospechaba que no habría mudado mucho), que las huestes de Esquerra y Junts, cuando no se soportan, se odian (la animadversión es pública y notoria) feraz y ferozmente, flota en el ambiente del ámbito catalán una desconfianza (y la ciudadanía la nota y cata) manifiesta en que pueda salir algo bueno del nuevo Govern. Falta entusiasmo y sobra escepticismo.

El programa del nuevo Ejecutivo catalán, si hacemos caso y tenemos en cuenta el discurso de investidura de Aragonès y, como corolario, proyectamos el posible panorama resultante en la pantalla de nuestra mente, nos hace mostrarnos poco (iba a escribir nada, pero el optimista que aún acarreo conmigo, ha conseguido abrirse paso entre la claque o el cortejo de heterónimos que me acompaña, y ha logrado colocar tan escasa expectativa en mi discurso) halagüeños. Como insisten en culminar la independencia y que la República Catalana pase de ser deseo a realidad, un hecho, qué han sacado en claro, qué han aprendido de la historia, excelente maestra, si una/o presta atención a sus lecciones y sigue sus enseñanzas, cabe interrogar o preguntarse. Nada, absolutamente nada, cabe, asimismo, contestar o responderse. Siguen, erre que erre, con la misma errada estratagema, dar la matraca o tabarra, atrapados en el tiempo, encarcelados en el 2 de febrero, día de la marmota, en Punxsutawney (Pensilvania), pero, a diferencia del protagonista de la película “Atrapado en el tiempo”, que dirigió Harold Ramis en 1993, Phil Connors (Bill Murray), sin extraerle a dicha e iterativa jornada el jugo adecuado, el provecho oportuno.

Ni la amnistía puede tener recorrido, porque no cabe, ni el derecho a decidir sobre la autodeterminación lugar, pues tampoco está recogido ni conocido en nuestro ordenamiento jurídico (y no creo que el PSOE se atreva a proponer nunca tal cosa). Acaecido lo acontecido y observado lo visto, ¡cómo pueden atreverse a seguir aireando, machaconamente, las mismas ensoñaciones o mentiras de siempre! ¿Aún no saben adónde les llevó dicho proceder a sus dirigentes? A la cárcel. Oriol Junqueras pudo asistir a la sesión de investidura, tras solicitarlo reglamentariamente y concederle la autoridad competente el preceptivo permiso penitenciario. ¿Hará Aragonès tres cuartos de lo que hizo Torra, gobernar para todos los (independentistas) catalanes? ¿O solo para los que he colocado entre paréntesis en la pregunta anterior? Aunque ni el carácter ni el temperamento de Aragonès son los de Torra, y los prejuicios tienden a acarrear grandes perjuicios a quienes no se los cepillan a tiempo, o mucho me equivoco, o por lo que he colegido del incompleto discurso de investidura de Aragonès, que me ha llegado y leído, nos espera a la sociedad española más de lo mismo en Catalunya. Como el tiempo es ese juez supremo que quita y da razones, daremos tiempo al tiempo. Y veremos qué nos depara.

Por cierto, para dejarle, al menos, un buen sabor de boca al atento y desocupado lector, ella o él, de estos renglones torcidos, olvidábaseme de decir que he elaborado esta pertinente, distintiva y, amén de relevante, hilarante pregunta: ¿El Consell de la República (que, como le arguyó aquel mosso sensato a aquel soñador empedernido, aún no existe) qué puede aconsejar y a quién, si es que aconseja algo a alguien?