Opinión

De corazón, por todo, ¡muchas gracias!

“Entre los mejores personajes literarios que hayas ideado en el pasado y los que vayas de pergeñar en el futuro con la inestimable ayuda de tu creativa, desbordante y prodigiosa imaginación, me apuesto doble contra sencillo a que no consigues hallar personas reales, de carne y hueso, que les lleguen a la altura de la suela del zapato (ergo, olvídate de que puedan compararse alguna vez, tras hacer el preceptivo cotejo detallado, exhaustivo) a “los Luises”, tus amigos Luis Quirico Calvo Iriarte y Luis de Pablo Jiménez, a quienes tanto debes por tantos motivos y, como de bien nacidos es ser agradecidos, tanto se lo has hecho saber públicamente y en privado; y a José María”.

Había proyectado iniciar la crónica de lo vivido el pasado lunes, festividad de San Mateo, 21 de los corrientes mes y año, de otra guisa, pero, durante la media hora de siesta que hice anteayer, martes, soñé que me topaba en la tudelana Plaza Nueva o de los Fueros con mi amigo del alma y heterónimo Emilio González, “Metomentodo”, tan hiperbólico como yo o más; y la verdad que contiene el párrafo que precede a este me la adujo pausadamente, casi silabeando, para que la recordara con fidelidad y no la olvidara (al menos, hasta que hubiera sido escrita a bolígrafo por servidor).

El lunes pasado volví a comprobar la vigencia de cuanto en su día catalogué como apodíctico, o sea, incondicionalmente cierto, necesariamente válido:

1.- Que quien siente nervios, como si una bandada de mariposas pugnara por hallar la salida de una cárcel, su estómago, horas y aun días antes de volver a encontrarse con sus escogidos amigos, es por esta evidente razón, porque los ama (esa impresión es parecida a la que vive quien se ilusiona sin medida, mientras espera ver de nuevo a su pareja sentimental), les tiene un cariño o estima especial. Lo explica, de manera incomparable, genial y, tal vez, inmejorable o insuperable, Antoine de Saint-Exupéry en “El principito”, cuando pone en boca del zorro esto, que se lo dice al protagonista del relato: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres”.

2.- Que siempre puedes confiar en tus amigos selectos, los excelentes, los auténticos; porque podrá haberlos similares, parecidos, pero dudas que pueda haberlos mejores. Las reflexiones de (sean atribuidas sin refutación o con dudas a) Aristóteles (“La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita —a mí me gusta mudar dicho verbo por el que me parece más conveniente, ‘palpita’— en dos almas”) y Demetrio de Falero (“Amigo es el que en la prosperidad acude al ser llamado y en la adversidad sin serlo” y “Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano”) son proverbiales. Ese compromiso te atañe o concierne, porque, recíprocamente, tienes que hacerte digno de ello, esto es, de que tus hechos demuestren que eres leal y ellos también puedan seguir depositando su confianza en ti.

3.- Que, ora abunden, ora discrepen, de tus criterios, y los argumentos que los sostienen, los amigos verdaderos van a darte sus opiniones o verdades, que, como las tuyas, no son definitivas, sino provisionales, interinas, aunque aspiren o tengan vocación de devenir un día, como el imperativo categórico de Kant en ley universal, en certeza absoluta. 

4.- Que las viandas y los vinos, cuando los compartes con quienes te sientes en la gloria, o sea, más que a gusto, pueden semejar la ambrosía y el néctar divinos; y, asimismo, que el entorno o el paisaje puede ser estupendo, pero el paisanaje es el que lo hace inigualable, fundamental, digno de recuerdo.

5.- Que la confianza y la lealtad mutua es la que favorece que los amigos de nuestros amigos (que, por cierto, aunque suene igual, no tiene nada que ver ni con el espíritu ni con la letra de la canción “Los amigos de mis amigas son mis amigos”, que compusieron Carlos de France Roca de Togores y José Gómez Bravo y cantaba el trío femenino de Objetivo Birmania) pasen a ser amigos nuestros de manera natural, sin escrutinio previo, sin objeciones. Así ocurrió con José María la primera vez. De Pablo y servidor recibimos con los brazos abiertos y aceptamos al susodicho amigo de Calvo (y, asimismo, nuestro) como si este fuera un mellizo suyo.

6.- Que se puede disfrutar un montón, estando sentado en el sofá del salón de casa, viendo un partido de pelota a mano por parejas en la tele, pero, si son tres los enfrentamientos, en la fila 7 de la cancha del frontón Adarraga, de Logroño, acompañado por amigos con los que has compartido vermú en el café Ibiza, frente al Paseo del Espolón, manjares, caldos y agua en el Mesón Matute, gin-tonic en el mentado Ibiza y, finalizado el partido estelar, bocadillos de tortilla de patata y sardinas con guindillas, en el bar del Adarraga, eso puede ser la caraba, repanocha o repera.

Así que, por haber contribuido a que este menda, el abajo firmante de los presentes renglones torcidos, fuera el pasado lunes dichoso, más feliz, a los arriba mencionados, José María y “los Luises”, les doy, de corazón, por todo, ¡muchas gracias!