Opinión

Religiones y pseudoreligiones

El no poder controlar los sucesos de las comunidades como tales, de los individuos, ha originado que para soportar la incertidumbre de la propia vida y la de los seres queridos, de las amenazas de la naturaleza, de la inseguridad de los medios para alimentarse, de la amenaza de otros pueblos, del sufrimiento y de la muerte tanto propia como de sus afectos, el ser humano ha precisado creer que todas esas circunstancias están en manos de un Ser o seres superiores, sobrenaturales, todopoderosos, que pueden cambiar el destino individual y del mundo con un simple deseo de su voluntad divina. 

Además, el ser humano, en todos los tiempos y todos los pueblos, ha creado relatos intentando trascender después de la muerte más allá de la vida terrenal. No se resiste a desaparecer para siempre, para lo cual ha creado en todas las civilizaciones divinidades que aseguren, teóricamente, su permanencia después de la muerte, que con frecuencia va ligada a determinados preceptos que rigen sus comportamientos durante su vida y que merecerán después de la muerte un premio o castigo. 

Para interactuar y conectar con dichas divinidades de poderes sobrenaturales, ha precisado liturgias que influyan en los aconteceres de la vida diaria. Ha adorado a diversas divinidades, se ha regido por diversos mandatos divinos, y ha profesado diversas ceremonias y cultos, que han formado parte importante en la vida cotidiana en la mayoría de los pueblos.

Dichos mandatos “divinos” para la vida cotidiana y para el “más allá”, con frecuencia, son manipulados por los poderes correspondientes, por las clases dominantes, para mantener sus privilegios y tener sometida a la mayoría de la población. Siempre ha sido así, con excepciones transitorias.

El que haya algo después de la muerte no deja de ser intrigante, porque prácticamente en todas las culturas, en todos los tiempos, el ser humano ha tenido y tiene necesidad de trascender. Al ser algo tan universal y permanente, cada cual tiene derecho a tener su opinión, pero merece una reflexión y respeto. Lo que se puede afirmar es que las religiones, al menos han servido como mecanismo de cohesión social, con normativas y deberes a través de los tiempos de esplendor, y también como forma de tener a los pueblos sometidos, incluso con conquistas, torturas y asesinatos. Pero, el fenómeno religioso casi universal con las muy diversas variantes, desde adorar al sol, a ídolos, y las diversas creencias, merecen respeto, y, a pesar de los abusos, han servido y sirven al ser humano, además de como cohesión  social, para sobrellevar los sufrimientos que se le presentan. Considero que hay que respetar todas las creencias siempre que respeten a las otras.

Las pseudo-religiones políticas actúan de forma similar, predican una serie de ideales que pueden mejorar y mejoran la sociedad. Algunos líderes capaces y de buena fe, consiguen realmente progreso y justicia para sus ciudadanos. Pero la historia es terca y se ha demostrado que a los puestos de poder e incluso de relumbrón social, no aspiran siempre los más capaces y honrados, sino los más perversos e inmorales, con capacidades para manipular, algunos de ellos auténticos psicópatas como ha demostrado la historia y lo ratifican expertos estudiosos del tema. Solo tenemos que echar la vista atrás para valorar líderes del mundo en el siglo pasado que fueron capaces de los mayores genocidios. También en el momento actual. 

El pope religioso, si realmente tiene creencias, sabe que se juega la condenación eterna después de la muerte si su actuación es perversa con lo que predica. También el pope político con creencias. El pope político ateo si no tiene otros valores que lo sustenten, si no cumple con su prédica, no tiene problemas de conciencia, incluso considera que se merece las prebendas y corrupciones en las que participa. A menudo se creen héroes, y son capaces de utilizar el chantaje, la difamación, incluso algunos llegan al asesinato, y desde luego, no tienen ningún escrúpulo en hacer lo que más les favorece a él y a su cohorte.

Escuché cierta vez a un político de relumbrón decir que “el cielo está en la tierra”. Ese cielo era su principal objetivo personal, porque, aunque en su prédica parecía tener ideales, su praxis tiene como finalidad ese cielo terrenal al que aspira, y no le importa cómo conseguirlo.