Opinión

Premios Princesa de Asturias 2023

A finales del 2020, publiqué un artículo de opinión en este medio titulado “Monarquía hoy”, que pueden consultar si les interesa aquí. No soy monárquico, pero respeto la monarquía que tenemos hoy, al menos de momento.

El pasado 20 de octubre puse la televisión, como suelo hacer en esos “ratos muertos” que estoy aburrido y no tengo nada mejor que hacer, y casualmente me encontré con la entrega de los premios que llevan el nombre “Princesa de Asturias”, en Oviedo. 

Oviedo para mí en un lugar de especial encanto y de recuerdos, donde viví y trabajé tres años y medio. Conozco el teatro Campoamor y la ciudad, por lo que dejé el mando de la tele y me dispuse a escuchar unos minutos aquel acto que nunca había tenido curiosidad de ver por la tele, pensando que era un acto protocolario un tanto suntuoso y, nada más.

Habían comenzado los discursos de los galardonados y, contra mi costumbre en actos formales oficiales, tuve un poco de paciencia y escuché el discurso que en ese momento comenzaba uno de los premiados. Me quedé hasta el final de la ceremonia. Los discursos de los galardonados, en general, supusieron un soplo de aire fresco por su contenido, importancia y humanidad. En todos predominaron valores, pero valores profundos, humanistas, importantes, algo que hoy, en esta sociedad frívola y con unos líderes de cartón piedra con más pose que contenido, es algo extraño. Supusieron un hallazgo, un consuelo en mi opinión habitualmente pesimista de esta sociedad en la que vivimos, sobre todo por las personas que la lideran y que deberían ser espejo en que mirarnos, y son exactamente lo contrario. Hoy importa más la pose y la estrategia que el contenido. Los contenidos van dirigidos a frivolizarnos, anestesiarnos, para manejarnos y conseguir sus metas.

En definitiva, fue un rayo de esperanza redescubrir que hay personas en el mundo, líderes en lo suyo, que trabajan en silencio, en muchas ocasiones sin boato ni reconocimiento, y frecuentemente con poca rentabilidad económica, y cuya finalidad es encontrar soluciones para enfermedades o pueblos desfavorecidos, y otras que son modelo de sacrificio y esfuerzo para conseguir metas. Todos defendieron el cultivo de valores y la cultura en general, que nos hace más humanos, y a la larga más felices. Son valores superiores por los que merece la pena vivir.

La entrega fue brillante, irradiando autenticidad. Al término entró en la sala desfilando de forma solemne con sus vestimentas coloristas y hermosas, la banda de tambores y gaitas “Ciudad de Oviedo” entonado el himno de Asturias. Fue un acto hermosísimo pleno de emoción, contenido y respeto.

El discurso de la princesa, con buena intención y nerviosa. El discurso de Don Felipe me sorprendió positivamente por su contenido sólido en defensa de valores, y también por su forma. Mucho mejor que la mayoría de nuestros líderes políticos.

El acto terminó de forma solemne con la salida de todos los premiados escoltados por la banda de gaitas y tambores interpretando de nuevo el himno de Asturias. Por cierto, dichas banda tuvimos ocasión escucharla y contemplar sus poses y su colorido en Tudela, el 25 de abril de 2015 desfilando por la plaza de los Fueros, la Carrera, etc., y en un concierto en el teatro Gaztambide al día siguiente.

Me quedé hasta el final de la transmisión de la entrega de premios, curioso y emocionado. El marco bellísimo del teatro Campoamor, sus aledaños por los que tantas veces he paseado con mi gente de entonces, y sobre todo el contenido del acto, fue un soplo de esperanza en esta sociedad bronca y frívola en la que vivimos.

En definitiva, es un acto que merece la pena contemplar y conservar, por su bellísima y excelente puesta en escena, y fundamentalmente por su finalidad de premiar y destacar a personas que aportan descubrimientos y valores sólidos a la humanidad.