Opinión

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Es difícil vivir. Es difícil vivir en toda su dimensión, siendo consciente de tu entorno, es decir, de esa marabunta de noticias y sucesos, de opiniones de los que mandan, de los cómplices de los que mandan que emborronan todo de mierda para que no se vea la verdad. De los acólitos, que son remeros del poder esperando sus óbolos cuando lleguen a puerto. De los aspirantes a mandar sudando sangre y meándose de esfuerzo de tanto hacer la pelota y llevar el bien va al poder de turno. En general, siempre tiene razón el que está contra el poder, sea el que sea. El poder tiende a corromperse, y determinados poderes son muy peligrosos, porque quieren el poder para imponer su verdad y para eternizarse. Es lo realmente peligroso.

Con toda esta farándula de corazones infectados por odios, rencores, y malas intenciones, hoy, el río esta sucio, el agua está contaminada por los lapos que echan los remeros, por los detritus repugnantes, por las iras, por las avaricias. Por los cadáveres que tiran por la borda cuando ya no los necesitan. Las aguas están contaminadas y repugnantes.

Los ciudadanos de bien, que somos la mayoría, observamos desde la orilla la farragosa y sucia contienda. A veces, para entretenernos, para darnos todo mascado, para que no pensemos, nos hacen desde el agua guiños y teatrillos mientras ocultan en sus bodegas las verdaderas intenciones; nos lanzan fuegos fatuos, incluso cantos de sirena. En esos teatrillos que nos hacen a la luz de la luna desde el puente de mando, a veces, con poses circunspectas, estiradas, elegantes, al hacer un escorzo coqueto para embridarnos, se les descosen las costuras de su indumentaria casposa y enseñan sus vergüenzas.

A los espectadores de la orilla nos queda un consuelo. Son torpes, avariciosos, inmorales, y tarde o temprano, embarrancarán, o se hundirán en la sima de los necios y los inmorales. Y un consuelo: no son inmortales, también morirán algún día, como todos; eso no lo saben o, no parecen saberlo, y pasarán a la historia como miserables.